Nos fijamos en la desolación que está viviendo un fiel israelita en su destierro. Nuestro amigo sufre indeciblemente, no tanto por lo que le hayan hecho sus enemigos, que han provocado su expulsión de Jerusalén, sino por estar lejos del Templo de la Gloria de Yahvé: el Templo de Jerusalén, donde los fieles israelitas, aquellos que como dijo Jesús, no viven en la doblez ni el engaño, saben lo que es adorar al Dios vivo. (Jn 1,47). Este israelita sufre amargamente por el hecho de que "su alma tiene sed del Dios vivo y como que cuenta los días que le faltan para encontrarse nuevamente con su Dios en el Templo (Sl 42,2-3) Por si fuera poco, su aflicción, que es mucho mayor que el de un simple sentimiento de melancolía, se clava como un puñal en su corazón y en su alma, al escuchar las despiadadas burlas de quienes le rodean, que le dicen prepotentemente:
¿Dónde está tu Dios? ¿42, 4...?. Burlas hirientes que bien conocemos los que somos o deseamos ser discípulos de Jesús, de parte de aquellos que nos dicen de mil maneras: ¿Dónde está tu Dios? ¿Qué ha hecho y hace por ti?
A veces no acertamos a responder porque...
¿Como explicar a un ciego de nacimiento, como son los colores?.
P. Antonio Pavía
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