miércoles, 8 de enero de 2025

Partiendo la Palabra Buscadores de Dios (II)

 




 

Un grupo de pastores pernoctan en las afueras de Belén, vigilando por turnos sus rebaños. Vigilan ya que eran frecuentes los robos de ovejas y tenían que defenderse como pudiesen: piedras, puñales, estacas...etc. Como entre ellos tenían fama de ladrones, no podían entrar en el Templo. Pues bien; en medio de la noche, estos hombres fueron visitados por Dios, por medio de unos ángeles que les dijeron: " Os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor... (Lc 2,10).

A continuación, viene la sorpresa, lo inaudito y que caracteriza a los verdaderos buscadores de Dios. Estos pastores, avezados a defender sus pertenencias por medio de la violencia, echan a correr monte abajo; desean llegar cuanto antes al encuentro de su Salvador... del Hijo de Dios que se les acaba de anunciar. Casi sin aliento llegaron al pesebre, y junto a José y María encontraron la Luz y Razón de ser de sus existencias: Jesús, el Señor.

Un buscador de Dios sabe liberarse de "esas cosas " que entorpecen la firmeza de sus pasos. Corren ligeros de equipaje... ¡Como pesan los dioses adquiridos!

 Un buscador de Dios va sabiendo desprenderse progresivamente de lo que le amordaza el corazón y también el alma con tal de poder encontrarse un día abrazado a Dios.

 

P. Antonio Pavía 

Comunidadmariamadreapostoles.com

 

lunes, 6 de enero de 2025

Partiendo la Palabra Buscadores de Dios (I)

 



Iniciamos una serie sobre, Buscadores de Dios, que siempre los ha habido, hay y habrá. Son personas que, a un cierto momento de su vida, y no necesariamente porque les vaya mal, deciden prestar atención a esas "intuiciones del alma" así las llamó Henry Bergson, que se hacen notar en forma de preguntas como: Mi vida ¿empieza y termina en este mundo? Mis afanes, angustias, alegrías y penas, mis metas alcanzadas o aun por coronar... ¿Tienen un final irrevocable? Entonces es cuando el empieza el hombre a sondear su "posible Trascendencia "...es como un rasgar el pesado telón que le instala en el absurdo del ser, solo para morir eternamente.

Cuando una persona elevándose sobre sus inercias se atreve a preguntarse estas cosas, ya está llamando persistentemente a Dios, quien le eleva hacia Él. El autor del Libro de la Sabiduría nos ofrece algunos rasgos que definen a estos Buscadores de Dios: "La Sabiduría es radiante, Fácilmente la contemplan los que la aman, la encuentran los que la buscan. Se anticipa a darse a conocer a los que la anhelan…Ella misma va por todas partes buscando a los que son dignos de ella...

(Sb 6, 12-16).

 En los próximos textos sondearemos   algunas personas del Nuevo Testamento que buscaron a Dios y le encontraron. Su experiencia nos ayudará a todos. 

 

P. Antonio Pavía 

comunidadmariamadreapostoles.com

domingo, 5 de enero de 2025

…y el Verbo era Dios (Jn 1, 1)

 



       “Verbum”, palabra. Fijémonos la importancia de la esta palabra, “palabra”, por su significado: Dios.

       Nuestros mayores sí que lo entendían, pues cuando daban su palabra, la cumplían pasara lo que pasara y por encima de todo porque era signo de honor, honestos consigo mismos y con los demás. Empeñar la palabra significa al pie de la letra que esa palabra es fiadora de uno mismo, es nuestro aval, garantía de nuestra conducta; lo cual significa que en y a ella confiamos nuestro ser, todo nosotros íntegros. Si no la cumplimos, perdemos todo nuestro prestigio y honor, seremos aquella persona que no tiene credibilidad y del que todos desconfían y en consecuencia no vale nada ante los demás.

También la palabra es la facultad de transmitir, comunicarse con otras personas. Dar a conocer nuestro interior, aflorar nuestros sentimientos, exponerlos ante los demás. Abrirnos para que los otros conozcan lo que siente nuestra alma. Pero, claro, lo que demos ser es calidad, no podemos ni debemos ser unos defraudadores. Lo que mostremos será calidad, no baratija. Debemos ser joyas, no bisutería.

Y todo ello porque la Palabra es el propio Dios. Dios viene a hacerse hombre, acampa entre nosotros, o sea, vive como uno más y con ello nos eleva a dioses. Por esto es por lo que debemos ser excelentes guardadores de la Palabra, porque nos ha transformado en el “súmmum”, Dios. Si somos los transmisores de Dios debemos ser asépticos y objetivos, no defraudadores de la Verdad y la Luz. Íntegros y cabales porque ya no somos Pedro, Juan o Andrés, sino que somos seres imbuidos en la calidad divina y por tanto obligados a ser y actuar en consecuencia. Gran responsabilidad la nuestra que vamos disfrazados de hombre, pero dentro somos Dios. Si en todo instante actuáramos en consecuencia, otro gallo nos cantaría, el mundo sería un verdadero paraíso. Convirtamos la palabra en Palabra.

 

Pedro J. Martínez Caparrós

 Valencia, comienzo de 2025

sábado, 4 de enero de 2025

Partiendo la Palabra Dom. III de Navidad Quiero encontrarme con Dios (Jn 1,1-18)

 


Igual que el corazón, también el alma tiene sus propios latidos que, aunque los queramos ignorar, no es fácil acallarlos. La Buena Noticia es que, a pesar de nuestros desplantes, Dios viene al encuentro de nuestros latidos, por medio de su Encarnación, como lo profetizó Isaías:" Me he hecho el encontradizo de quienes no preguntaban por mí...diciéndoles:

¡Aquí estoy, aquí estoy...! (Is 65, 1...).

 La Encarnación de Jesús es el cumplimiento del "aquí estoy de Dios " anunciado por Isaías.  Es como si Dios dijera: Los quiebros de vuestra alma me han traído hasta vosotros. A la luz de la Encarnación de Jesús y la experiencia de sus primeros discípulos, podemos intuir la Luz interior que invadió el alma de San Juan y que le indujo a glorificar así a Dios - Palabra: "En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios... En ella estaba la Vida y la Vida era la Luz de los hombres... Luz que domina toda tiniebla..."(Jn 1,1...).

Está fue y sigue siendo la respuesta de Dios a nuestros latidos interiores. Bienaventurados aquellos que  "haciendo valer su alma" deciden buscar a Dios, hasta que lo encuentran. Si, le encuentran pues el mismo Dios le sale al paso, como dijimos al principio, diciéndoles: ¡Aquí estoy...! 

 

P. Antonio Pavía 

comunidadmariamadreapostoles.com