Un grupo de pastores pernoctan en las afueras de Belén, vigilando por turnos sus rebaños. Vigilan ya que eran frecuentes los robos de ovejas y tenían que defenderse como pudiesen: piedras, puñales, estacas...etc. Como entre ellos tenían fama de ladrones, no podían entrar en el Templo. Pues bien; en medio de la noche, estos hombres fueron visitados por Dios, por medio de unos ángeles que les dijeron: " Os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor... (Lc 2,10).
A continuación, viene la sorpresa, lo inaudito y que caracteriza a los verdaderos buscadores de Dios. Estos pastores, avezados a defender sus pertenencias por medio de la violencia, echan a correr monte abajo; desean llegar cuanto antes al encuentro de su Salvador... del Hijo de Dios que se les acaba de anunciar. Casi sin aliento llegaron al pesebre, y junto a José y María encontraron la Luz y Razón de ser de sus existencias: Jesús, el Señor.
Un buscador de Dios sabe liberarse de "esas cosas " que
entorpecen la firmeza de sus pasos. Corren ligeros de equipaje... ¡Como pesan
los dioses adquiridos!
Un buscador de Dios va sabiendo desprenderse
progresivamente de lo que le amordaza el corazón y también el alma con tal de
poder encontrarse un día abrazado a Dios.
P. Antonio Pavía
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