Invertir sabiamente
No sabemos si el hecho
que narra el Evangelio fue inventado por Jesús
o fue un acontecimiento real. Posiblemente lo segundo:
- ¿Te has enterado, Maestro?
- ¿De qué? ¿Qué ha
pasado?
- Dicen que fulano se ha
enterado de que le van a quitar la administración...
- ¡Qué hombre más listo!
¡Aprended vosotros a usar lo que ahora tenéis de cara al futuro!
Para entender bien el episodio, hay que tener en cuenta que
en aquella época había en Galilea grandes latifundios, cuyos propietarios
residían en las grandes ciudades helenistas de la Decápolis y que administraban
la finca por medio de administradores. El arrendantario debía pagar una
cantidad que era el resultado del alquiler de la finca más la cantidad que
debía pagar al administrador. En este caso, lo que hace el administrador es
renunciar a su parte, cobrando solo la parte del dueño, lo que explica que el
dueño alabe su conducta.
Tomando pie de este caso, Jesús
nos invita a usar lo que tenemos como buenos administradores de cara al futuro.
Es curioso que llame lo que tenemos: “dinero injusto” (dos veces), “lo
menudo””, “lo ajeno”. Todos necesitamos de medios para poder vivir,
representados aquí por el dinero, el medio por excelencia. Pero son solamente
eso, medios, “lo menudo”, “lo ajeno”, contrapuesto a lo importante o “lo que
vale de veras” y a lo “nuestro”. En el plan de Dios hay bienes que son los “nuestros”.
Lo nuestro es la participación plena, perfecta y gozosa de la filiación divina,
que el Padre nos ha destinado para siempre, pues nos ha predestinado a ser sus
hijos por medio de Jesús (Rom 8,29). Es la plena participación del amor de
Dios.
Pero esta participación
requiere que el hombre libremente la acepte, pues no se puede amar por real decreto.
Por eso el Padre pone en nuestras manos ahora bienes para que hagamos prácticas
de amor, utilizándolos correctamente en nuestro servicio y en el de los demás,
pues todos los bienes tienen una hipoteca social. Ya Jesús nos enseñó que al
final seremos examinados de amor (Mt 25,31-46). El que lo hace así, invierte
correctamente de cara al mundo de Dios. Esto vale para todo tipo de bienes que
ahora poseemos, dinero, posesiones, pero también cultura y otros.
Nacemos sin nada, sólo con
la vida, que tampoco es nuestra, pues nos la ha dado Dios por medio de nuestros
padres. Nacemos sin dinero, cultura, cargo, poder... Y todo esto lo dejaremos
aquí al morir. Por eso es fundamental saber invertir todo lo que tenemos de
“ajeno” de cara a lo “nuestro” y permanente, que Dios padre quiere para todos
los hombres (2ª lectura).
Jesús llama al dinero
injusto, vil. Realmente merece esta calificación por su gran poder esclavizador
y alienante del hombre, que lo busca y acumula creyendo encontrar en él la
seguridad y salvación y, por ello, comete injusticias (1ª lectura). Hasta el
dinero ganado honradamente tienen una gotita de sangre. ¡Si un billete pudiera
hablar y contar su historia, diciendo para qué ha sido utilizado!...
Esto nos dice el Padre en la Eucaristía de hoy, a la
vez que nos entrega a su Hijo, el que mejor supo invertir su vida,
consagrándola al servicio de los demás y consiguiendo así que los hombres, sus
hermanos, tengamos posibilidad de tener “lo nuestro”. Compartir la Eucaristía es ratificar
en nuestra vida la inversión que hizo Jesús con todo lo “ajeno” que poseemos.
Rvdo. don Antonio Rodríguez Carmona
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