viernes, 16 de septiembre de 2016

Domingo 25 del Tiempo Ordinario.





Invertir sabiamente

No sabemos si el hecho que narra el Evangelio fue inventado por Jesús  o fue un acontecimiento real. Posiblemente lo segundo:

- ¿Te has enterado, Maestro?
- ¿De qué? ¿Qué ha pasado?
- Dicen que fulano se ha enterado de que le van a quitar la administración...
- ¡Qué hombre más listo! ¡Aprended vosotros a usar lo que ahora tenéis de cara al futuro!

        Para entender bien el episodio, hay que tener en cuenta que en aquella época había en Galilea grandes latifundios, cuyos propietarios residían en las grandes ciudades helenistas de la Decápolis y que administraban la finca por medio de administradores. El arrendantario debía pagar una cantidad que era el resultado del alquiler de la finca más la cantidad que debía pagar al administrador. En este caso, lo que hace el administrador es renunciar a su parte, cobrando solo la parte del dueño, lo que explica que el dueño alabe su conducta.

        Tomando pie de este caso, Jesús nos invita a usar lo que tenemos como buenos administradores de cara al futuro. Es curioso que llame lo que tenemos: “dinero injusto” (dos veces), “lo menudo””, “lo ajeno”. Todos necesitamos de medios para poder vivir, representados aquí por el dinero, el medio por excelencia. Pero son solamente eso, medios, “lo menudo”, “lo ajeno”, contrapuesto a lo importante o “lo que vale de veras” y a lo “nuestro”. En el plan de Dios hay bienes que son los “nuestros”. Lo nuestro es la participación plena, perfecta y gozosa de la filiación divina, que el Padre nos ha destinado para siempre, pues nos ha predestinado a ser sus hijos por medio de Jesús (Rom 8,29). Es la plena participación del amor de Dios.

        Pero esta participación requiere que el hombre libremente la acepte, pues no se puede amar por real decreto. Por eso el Padre pone en nuestras manos ahora bienes para que hagamos prácticas de amor, utilizándolos correctamente en nuestro servicio y en el de los demás, pues todos los bienes tienen una hipoteca social. Ya Jesús nos enseñó que al final seremos examinados de amor (Mt 25,31-46). El que lo hace así, invierte correctamente de cara al mundo de Dios. Esto vale para todo tipo de bienes que ahora poseemos, dinero, posesiones, pero también cultura y otros.
        Nacemos sin nada, sólo con la vida, que tampoco es nuestra, pues nos la ha dado Dios por medio de nuestros padres. Nacemos sin dinero, cultura, cargo, poder... Y todo esto lo dejaremos aquí al morir. Por eso es fundamental saber invertir todo lo que tenemos de “ajeno” de cara a lo “nuestro” y permanente, que Dios padre quiere para todos los hombres (2ª lectura).

        Jesús llama al dinero injusto, vil. Realmente merece esta calificación por su gran poder esclavizador y alienante del hombre, que lo busca y acumula creyendo encontrar en él la seguridad y salvación y, por ello, comete injusticias (1ª lectura). Hasta el dinero ganado honradamente tienen una gotita de sangre. ¡Si un billete pudiera hablar y contar su historia, diciendo para qué ha sido utilizado!...

        Esto nos dice el Padre en la Eucaristía de hoy, a la vez que nos entrega a su Hijo, el que mejor supo invertir su vida, consagrándola al servicio de los demás y consiguiendo así que los hombres, sus hermanos, tengamos posibilidad de tener “lo nuestro”. Compartir la Eucaristía es ratificar en nuestra vida la inversión que hizo Jesús con todo lo “ajeno” que poseemos.


Rvdo. don Antonio Rodríguez Carmona

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