sábado, 12 de agosto de 2017

XIX Domingo del Tiempo Ordinario




La fe es fundamental para edificar la Iglesia

Uno de las preocupaciones del evangelio de Mateo es  la edificación de la Iglesia o convocatoria  de Jesús. Los evangelios seleccionados por el leccionario A para los domingos 19 al 31 pertenecen a la sección en que Mateo desarrolla de forma especial esta enseñanza. Se trata de unas enseñanzas muy actuales en estos tiempos en que debemos trabajar con empeño colaborando en hacer realidad en nuestras comunidades la convocatoria de Jesús.

La palabra Iglesia (eklesía – qahal) significa convocatoria. Cuando Jesús dice a Pedro que sobre él edificará “mi convocatoria o iglesia”, está refiriéndose a las distintas convocatorias para reunir al pueblo de Dios que han tenido lugar en la Historia de la salvación por medio de Moisés y de los profetas. Ninguna  ha tenido éxito. Finalmente Dios envía a Jesús para realizar la última convocatoria, tarea que lleva a cabo con su ministerio, muerte y resurrección.

Nosotros somos la Iglesia de Jesús, fruto de su convocatoria. Esta afirmación tiene muchas implicaciones. La primera es que nos ha reunido su palabra, no nuestras afinidades psicológicas u otros motivos.  No somos un club de amigos, sino un grupo de personas de todo género, raza y condición social, que tenemos en común el haber recibido la llamada de la fe.

Si la palabra de Dios está en el origen de nuestra convocatoria, esta palabra es fundamental. Ella nos indica el “orden del día” de  los convocados, los fines y medios de las tareas para la que se nos convoca. Consecuentemente la respuesta por la fe a esta palabra es fundamental, es la base que justifica la Iglesia. De esto nos habla el evangelio de hoy, a propósito del episodio de Pedro sobre las aguas.

Apoyado en la palabra de Jesús, Pedro anda sobre el agua. Jesús se presenta “andando sobre el agua”, algo propio de Dios según las representaciones del AT; calma a los asustados discípulos afirmando  Yo soy,  el nombre divino.  Pedro le pide compartir su poder y para ello le ruega que se lo mande con su palabra. Jesús lo concede y Pedro anda sobre el agua. 

Simboliza la situación de la Iglesia que debe caminar  en el mundo apoyada en la palabra de Jesús, que marca el fin y los medios. La fe es fundamental e implica no sólo aceptar intelectualmente la visión de Jesús sobre la realidad sino también y especialmente confiar en Jesús, amarlo y entregarse a él. Es decir, la fe es intelectual y volitiva.  Intelectual porque nos ofrece una nueva visión de la realidad, visión que de por sí no se opone a la que ofrece la razón. Como el telescopio ofrece una visión clara y pormenorizada de lo que ve el ojo natural, así la fe con la razón. Por otra parte, es volitiva. Etimológicamente creer es fiarse; en hebreo heemin es hacerse fuerte sobre otro, en este caso sobre la persona de Jesús. El que se fía de Jesús y su palabra se hace fuerte en él.

Pero viendo el viento fuerte, temió y comenzó a hundirse.  El creyente anda contra corriente. Un viento fuerte le impulsa a temer  el ridículo ante la opinión dominante de lo “políticamente correcto” que le pide “modernizarse” en contra de los valores de Jesús. Ante esto, hay que afirmarse en la fe, que hace compartir las fuerzas del mundo de Dios al que pertenecemos.

Hombre de poca fe, ¿Por qué has dudado?  Este es el piropo que varias veces dirige Jesús a sus discípulos, especialmente ante la fe en el Padre y en su señorío. Creemos que Dios es Padre, pero no nos fiamos de él; creemos que Jesús es el Señor de la Iglesia, a la que acompaña con su poder, pero no nos fiamos de él ni de sus palabras. Sin fe en la palabra de Jesús no nos hacemos fuertes ni es posible la Iglesia.

En este contexto aparece la necesidad de la Eucaristía. Es la finalidad principal de la convocatoria que nos ha reunido; en ella alimentamos nuestra fe y recibimos fuerza para seguir caminando, a pesar del viento contrario.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona


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