domingo, 5 de enero de 2020

Solemnidad de la Epifanía del Señor





La salvación es para todos

Las lecturas de esta liturgia explican el sentido de la celebración, toda ella centrada en la universalidad de la salvación. La primera anuncia que la salvación aparecerá en Jerusalén como una luz creciente que poco a poco iluminará al mundo y que atraerá hacia ella todos los hombres, incluso los más lejanos, para rendir homenaje al Salvador y recibir sus beneficios. El salmo responsorial abunda en la misma idea. La segunda  afirma que esta promesa ya se ha cumplido en Cristo y por ello la salvación, primero reservada al pueblo judío, ya se ofrece también con los mismos derechos a los gentiles. El evangelio presenta la interpretación alegorizada que hace Mateo de una antigua tradición que decía que, cuando nació Jesús, se presentaron unos personajes de Persia que venían a rendirle homenaje como mesías, pues sus estrellas –que tanta importancia tiene en su cultura-le han indicado que ya ha nacido el Mesías esperado por el pueblo judío. Mateo ha visto en ello el cumplimiento de las promesas que se han recordado en la primera lectura y en el salmo responsorial y por ello cuanta esta tradición con motivos y palabras tomados de estos textos.

La salvación se recibe mediante la fe y ésta es para todos. En esta fiesta, en que tradicionalmente se intercambian regalos, se nos invita a valorar el mayor regalo recibido, junto con la vida, el don de la fe. Es un don de Dios, que se ha servido de la Iglesia normalmente por medio de nuestros padres, catequistas y educadores.

Es importante valorar la fe. Lo que se aprecia se ama, se cuida, es motivo de orgullo y se muestra a  los demás. Para ello es necesario conocer mejor nuestra fe. Por ello esta fiesta invita primero a agradecer el regalo, a Dios por medio de Jesús de quien proviene, a la Madre Iglesia, que a pesar de sus deficiencias nos la ha transmitido y finalmente a las personas concretas, padres y educadores, que también a veces con deficiencias, han sabido transmitir la fe con su vida y palabras; después comprometerse a conocer mejor la fe, para vivirla con gozo y saber dar razón de ella, finalmente vivirla en nuestra vida concreta.

Hoy es fiesta misionera en cuanto que se nos recuerda la obligación de darla a conocer como testigos, es decir, personas que la viven. Es una tarea urgente en un tiempo en que la Iglesia habla de nueva evangelización, primero para nosotros que debemos descubrir el carácter de alegre noticia que tiene nuestra, después para los que están fuera de la Iglesia, a los que con amor, respeto y humildad hemos de proponer los valores de nuestra fe. La Iglesia desea que cada uno de los creyentes cristianos sea un atrio de los gentiles donde los no creyentes puedan acercarse con gusto a la fe cristiana.

En la celebración de la Eucaristía debemos agradecer el don de la fe, pedir la gracia de conocerla y valorarla cada vez más para mejor vivirla y darla a conocer.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona

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