lunes, 10 de agosto de 2020

Preparemos la fiesta grande de la Asunción de la Virgen




Preparemos con devoción y vivamos con mucha alegría la gran solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María del próximo día 15. El misterio de la resurrección ya se ha realizado plenamente en Aquella que Dios creó Inmaculada. Su Asunción es gloriosa promesa de lo que Dios quiere hacer también en todos nosotros. Fiesta grande en la Iglesia y en muchísimos de nuestros pueblos, pues a todos protege nuestra Madre del Cielo. Hagamos fiesta mayor, alegrémonos por esta Madre tan grande y tan poderosa, y acudamos constantemente a Ella para que nos ayude a superar las dificultades de esta pandemia sanitaria que nos golpea.

El Papa Francisco en la dramática situación actual derivada de la pandemia del Covid-19, con tantos sufrimientos y angustias que oprimen el mundo entero, quiere que acudamos a María, Madre de Dios y Madre nuestra, y que busquemos refugio bajo tu protección. Pidió añadir una oración que entre otras peticiones pide: «María, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración”. Y añadía la oración más antigua que conocemos dirigida a la Virgen María: “Bajo tu amparo («Sub tuum praesidium») nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!”. Esta oración fue encontrada escrita en un papiro copto fechado hacia el año 250 y escrito en griego. ¡Cuántas generaciones de cristianos le habrán dirigido estas súplicas! Hagámoslo también nosotros.

Santa María Asunta al cielo nos anima a «buscar los bienes de allá arriba, donde está Cristo… aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra» (Col 3,1-2). Cuando estamos viviendo las consecuencias de esta pandemia tan terrible, con tantos difuntos y tantos enfermos en todo el mundo, dirijamonos a Santa María, «la llena de la gracia del Señor», porque Ella ya está Asunta con su Hijo. Ella comunica luz, salud y gracia a los enfermos de cuerpo y de espíritu. La Madre del Cielo nos sana y nos rehace, porque es Consuelo de los afligidos y Salud de los enfermos. Ella coopera para que la Vida Nueva de la Resurrección llegue a los enfermos, a los pobres, y sobre todo a los pecadores, y nos podamos levantar y ¡volver a la vida! Una Vida Nueva que se convierte en amor y confianza, sacrificio y humildad, servicio abnegado y oración en toda circunstancia.

Tengamos fe y pidamos crecer en la fe confiada. El Papa Francisco se pregunta: «¿Cómo es la fe de María? La fe de María desata el nudo del pecado. ‘Lo que ató la virgen Eva, por su falta de fe, lo desató la Virgen por su fe’ (S. Ireneo). Por la misericordia de Dios, nada es imposible. Hasta los nudos más enredados se deshacen con su gracia. Y María es la madre que con paciencia y ternura nos lleva a Dios, para que desate los nudos de nuestra alma con su misericordia de Padre.” Dejemos que la Asunta ablande nuestro corazón endurecido, y que sea nuestra protectora en medio de los miedos. Mantengámonos agradecidos por su sí generoso, aprendiendo de sus compromisos de vida y perseverando con Ella en la oración para que «venga a nosotros el Reino del Padre» (cf. Mt 6,10).

+Joan-Enric Vives,
Arzobispo de Urgell


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