La moral cristiana es vivencia del don de la filiación
Las palabras de Jesús en el Evangelio
proclamado hoy reciben todo su sentido del contexto inmediato anterior, en que
Jesús alaba al Padre porque ha querido revelarse a los pequeños por medio de
él, su Hijo, el único que conoce al Padre y lo revela. Como consecuencia a
continuación Jesús invita a todos los
cansados y agobiados a acoger su mensaje filial. Es una invitación de
carácter antifariseo dirigida a todas las personas de buena voluntad que viven
sus prácticas religiosas como una carga insoportable, compuesta de mandatos y
prohibiciones, frecuentemente realizadas de forma rutinaria, en las que lo
importante es “cumplir” con lo mandado para quedarse tranquilo ante uno
mismo y ante el juicio de los demás
miembros del grupo religioso.
Jesús no niega la necesidad de una moral
cristiana sino su motivación, pues habla de mi “yugo” y de mi “carga”. Lo que
niega es la motivación farisea, que concibe las obras como una exigencia
realizada con las propias fuerzas para asegurarse la salvación eterna. De donde
a veces la pregunta angustiada: He hecho
esto y esto, ¿me puedo quedar tranquilo?, pregunta a la que subyace la idea
de un Dios caprichoso y tirano que vende la vida eterna amargando la vida de la
gente.
Para
Jesús Dios es amor, es un Padre que ama a sus hijos y por eso ofrece a todos
gratuitamente el ser hijos suyos con la única condición de que sean “pequeños”,
radicalmente humildes, se dejen transformar y acojan el don con amor. Al que
acoge el don, el Padre le da con él fuerzas para corresponder con amor,
entrando así en una dinámica de vida
filial y fraternal, actuando sólo de cara a Dios Padre (Mt 6,1). En este
contexto hay un “yugo” y una “carga”, es decir, obligaciones morales que
implican un esfuerzo, pero que se realiza por amor por lo que el yugo es llevadero y la carga ligera.
Jesús se ofrece
como modelo y compañero para llevar esta yugo y carga: Venid a mí todos los que estáis cargados y agobiados y yo os aliviaré. ¿Cómo
aliviará? No quitando las obligaciones morales sino motivándolas en el amor. En
concreto, tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde
corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, pues mi yugo es llevadero y
mi carga ligera: primero tomad mi
yugo. Es interesante esta imagen usada por Jesús. Yugo es un instrumento
que sujeto a la lanza del carro o al timón del arado
permite que la yunta de bueyes o mulas tire de la carga. Implica que Jesús es
nuestro compañero de fatigas y nos ayuda a llevar la carga. La frase siguiente
explica cómo ayuda: porque es manso y
humilde corazón. Puesto que el corazón es el centro de toda la vida, un
corazón humilde es una vida radicalmente dependiente del Padre y solidaria con
todos los hombres; por otra parte, manso es una consecuencia de lo anterior y se
refiere a la capacidad de perdonar. Gracias a ello Jesús nos ha conseguido el
perdón, se ha convertido es nuestro modelo al que tenemos que imitar y en
hermano solidario que nos ayuda constantemente como compañero de yugo. La
consecuencia es que encontraremos nuestro
descanso y la alegría de una vida como hijos de Dios, que sigue implicando
compromisos que en estos contextos son yugo
llevadero y carga ligera.
En la 2ª lectura san Pablo explicita en
qué consiste la ayuda de Jesús: con su Espíritu ayuda a dar muerte a las obras
del cuerpo, las diversas manifestaciones del egoísmo (Cf Gal 5,19-21) y a
realizar el fruto del Espíritu: amor, alegría, paz... (Gal 5,22-23).
En cada celebración de la Eucaristía
Jesús ejerce como “compañero de yugo” que nos afianza en la vida filial, nos
lleva al Padre y nos alimenta.
Dr.
Antonio Rodríguez Carmona
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