Precioso
el testimonio de Paul Jeremie: “Te amo, Dios mío, todo lo que hay en mí es alma
apasionada, hambrienta de un amor siempre nuevo y exclusivo: el tuyo; por eso
voy detrás de él, porque pertenece a otra dimensión afectiva”.
LECHE Y MIEL
Es un crecimiento del que se hace eco el Evangelio (Lc 2,52), y que explicita fuertemente Isaías en su profecía sobre el Emmanuel: “He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. Cuajada y miel comerá hasta que sepa rehusar lo malo y elegir lo bueno” (Is 7,14b-15). Entendemos mejor esta profecía mesiánica si tenemos en cuenta que la leche y la miel simbolizan en la espiritualidad bíblica, el alimento que
Analicemos
ahora con detenimiento el texto profético. Isaías nos ha dado a conocer que el
Emmanuel se alimentará de cuajada de leche y de miel hasta que sepa rechazar el
mal y escoger el bien. Siguiendo de la mano de las Escrituras nos dejamos
asombrar por la puntualización que nos hace el autor del Cantar de los Cantares
acerca de la esposa, que representa a toda alma enamorada de Dios: “Miel virgen
destilan tus labios, esposa mía. Hay miel y leche debajo de tu lengua…” (Ct
4,11).
Los exegetas
que, con la indispensable iluminación del Espíritu Santo, han sondeado el
Cantar de los Cantares, nos comentan que la lengua de la esposa rebosante de
leche y miel, simboliza la imagen de un perenne manantial de las aguas vivas de
Dios: su Palabra y su Sabiduría. Imagen bellísima que nos traslada a Jesucristo
cuya boca es un manantial perenne de la gracia, y que fue profetizado por el
salmista: “En tus labios se derrama la gracia” (Sl 45,3b). Profecía que vemos
cumplida a lo largo de su ministerio, como atestiguan los primeros judíos que
le oyeron predicar en la sinagoga de Nazaret: “… Y todos daban testimonio de él
y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca” (Lc
4,22).
Las palabras de
gracia que fluyen de la boca del Señor Jesús fluyen también de las de sus
pastores; más aún, es lo que les identifica a los ojos tanto de Dios como de
los hombres que le buscan. Bien cierto es, y bien lo sabemos, que los
verdaderos buscadores de Dios van al encuentro de los pastores que les hablan
desde la Sabiduría.
Estamos hablando de hombres y mujeres que tienen demasiados
problemas, interrogantes y anhelos como para conformarse o perder el tiempo con
sabidurías humanas. De hecho cuando han tenido la posibilidad de degustar la
leche y la miel de la Palabra
se han sentido saciados.
El manantial de
gracia que sobreabunda en los pastores según el corazón de su Maestro y Señor
se eleva hacia sus labios desde la abundancia del corazón, lo dijo el mismo
Jesús: “De lo que rebosa el corazón habla la boca” (Mt 12,34b). Ya
anteriormente el Espíritu Santo se lo había inspirado al salmista: “La boca del
justo susurra sabiduría, su lengua habla rectitud; la ley –Palabra- de su Dios
está en su corazón, sus pasos no vacilan” (Sl 37,30-31) Inspiración y profecía
cumplida en plenitud en Jesucristo y, por don suyo, en sus pastores, aquellos
que Él llama y que, por supuesto, acogen su llamada.
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