Quisiera dedicar mi noche
despierta a esa parte de “María Madre de los apóstoles”, que siempre está ahí.
Son los que no hacen ruido, ni tienen ordenador, ni saben bloquear un móvil… A
esas personas que se acompañan del brazo unas a otras. Esas entrañables caras
que dibujan sonrisas y te dan la paz de tu familia “ausente”.
Tal vez no divulguen el
Evangelio más allá de su entorno, ni las catequesis a medio mundo, tal vez no
vendan un solo libro, tal vez no sean ingenieros, ni médicos, ni hablen inglés,
ni hayan estado en la Avenida 42 de Nueva York… No, porque a ellas no les hace
falta ser más grandes de lo que son; son los cimientos, la base, el apoyo
tranquilo, la sal de nuestra Comunidad.
Me encantan sus caras, sus
pelos canosos o teñidos, sus tipos, sus ropas; ellas te dan la rutina, la
estabilidad que necesitas.
No son ambiciosas, ni puntales,
ni espectaculares, son más que eso, son trozos de vida que arropan, que rezan
largas oraciones por él, por ti, por mí…
No saben de catequesis
sacerdotales, ni de “Ithieles” ni de composiciones de músicas celestiales no, son
la grandeza de la sencillez y así os necesitamos.
Os quiero cerca, tapando los
huecos entre uno y otro porque sin ser de los mensajeros del “más de medio
mundo…”, sois el muro de contención de “María Madre de los Apóstoles”.
Cuando Jesús mira de cerca son
vuestros ojos los que veo, que Dios os bendiga.
Muy hermosa manera de expresarlo, seguido pienso en eso y me llena de alegría saber que existen (existimos) gentes que no tenemos ninguna gracia especial, al menos para el mundo... pero que seguimos adelante en nuestras rutinas y nuestras carencias pero con mucha alegría cimentadas en la oración.
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