sábado, 23 de mayo de 2015

Pentecostés




Es antes que todo y queda después de todo.

Te rodea infinitamente y sostiene tu intimidad, es más íntimo a ti que tú mismo.

No se ve, porque él es la visión. No se oye, porque en él se percibe todo.

No se muestra, se evidencia. No consiste, es la consistencia.

Es irreductible, indestructible, inefable.

Es sustantivo y verbo, sujeto y predicado, califica y determina.

Dices «yo» y hablas más de Él que de ti.

Dices "amigo" o «hermano» y es Él que te ha desbordado.

Odias o mientes y se refugia en la parte menos manchada de ti preparando tu retorno.

Cuando mueres de tus muertes, te acompaña y se va de ti un poquito después que tú, recogiendo la infinitud que Él mismo puso en tu gemido ya irremediable.

Cuando sobrevives a tus miedos, no sabes muy bien si eres tú o eres Él.

Engendró a Jesús en una tierra amor y virgen y luego lo clavó en todo ser: palabra y pan, agua, aceite y vino, perdón y fuerza, pastor y guía, universal y eterno.

Un día, ya interminable, creó la Iglesia para estar y salvar a sus anchas. La propaga, la guía, la renueva. En ella, como en María, engendra a Cristo.

Cuando se quiere decir todo esto, se dice: PENTECOSTÉS. ÉL ES EL ESPÍRITU.

J. Ceide


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