martes, 16 de diciembre de 2025

Un corazón contrito y agradecido

 




Un corazón contrito y agradecido es la base fundamental del cristiano en relación con Dios.

Dice nuestro sabio refranero que es de bien nacidos ser agradecidos. Y es que el agradecimiento tiene que ser un sentimiento connatural al ser humano. Cómo no voy a agradecerle diariamente el haber muerto por mi salvación. ¿Quién da más?

Agradecido por haberme dado mi familia, esas personas que siempre están ahí a mi lado, en silencio, deseosas de que no tropiece, pero si tropiezo y caigo me tienden la mano desinteresadamente. Otro tanto tendré que decir del selecto grupo de personas al que considero mis amigos incondicionales; también ahí están siempre, en las buenas y en las malas.

Agradecido por el día de hoy, por haberme dado otra oportunidad de vida cuando he despertado esta mañana. Oportunidad para corregir los yerros pasados. Oportunidad de dar un beso, físico o metafórico, a esas personas que quiero y me quieren.

Agradecido por el aire que respiro, por la luz  y calor del sol, por el canto de los pájaros y el aroma de la flor, por el agua y la brisa, por el diario alimento…

Y si le tengo tanto agradecimiento, más motivos aún para pedirle perdón. Porque también diariamente le fallo y, claro, eso no debería de pasar; pero pasa por la fragilidad del barro del que estamos hechos. Diariamente le fallo y diariamente me tiende la mano y me perdona, incluso antes de que se lo pida. Esto trae a mi mente la imagen de un niño caído en tierra y la mano extendida de su padre para que se agarre a ella a fin de ayudarle a volver a levantarse. Esta estampa por ser recurrente engendra el temor de que mi vida se vuelva rutinaria y si el caer se convierte en vida, me produce un grave problema: ese tándem agradecimiento-perdón se desvirtúa y se desequilibra porque el platillo del agradecimiento pierde peso forzosamente y también para esto nos aconseja el sabio refranero popular: El mal agradecido olvida la mano que le ayudó. Si olvido, no agradezco. Ergo temo perder la sensibilidad de agradecer porque de desagradecidos está en infierno lleno.

Esta argumentación y juego con el refranero castellano ha derivado y concluido indebidamente en el temor, ya que éste no debería ser la causa de nuestro comportamiento, sino el amor. Si a cualquiera nos agrada más un trato con y por amor que por temor, cuánto más a Dios. En consecuencia, nuestra contrición será causada por haber ofendido a aquel que tanto amamos y nos ama.

 

= Pedro José Martínez Caparrós =

 

 

 

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