lunes, 12 de octubre de 2015

¿Sola?




Hoy me he quedado sola por unos días. No hay nadie cerca que me hable ni manos que me rocen. La casa está en absoluto silencio… (la lavadora parece un tsunami, no cuenta).

Mi alma en cambio percibe un aliento especial, algo que te envuelve… Debe ser Dios.

Es como si te sintieras protegida por Alguien sin rostro que aleja el “mal” de tu lado (aunque te caiga el techo del baño en la cabeza, tampoco tiene nada que ver). Hablo del mal literal, no de accidentes (la culpa, el vecino, que se la ha ido el agua). 

Es curiosa su forma de proteger, mantas que arropan el alma dejándote hasta su Evangelio al lado de tu cama. Es una sensación más fuerte que la vida cuando suena.

Un día (tropecientos) le dije: “No te apartes de mí ni un segundo”… ¿Queréis creer que lo cumple?, da igual si me duele la pierna o el hígado, da igual si no te llaman, da igual si algo se tuerce. Él aparece así sin más y “te dice”:  

“No te sulfures, tranquila, las cosas suceden… Pero te doy lo que te hace falta para que puedas con la preocupación, el dolor o la tristeza”. Su ayuda no es tangible (a veces, sí) y de repente te calmas como si le prestaras la ansiedad.

Lo que sientes (no es que no te duela la pierna, te va a doler igual y ¡no veas los cascotes en la cabeza!) es comprender que las cruces están ahí para llevarlas con Él: Venid a mí los afligidos… Porque Yo os daré respiro”. Un católico debe ser lo más parecido a Jesús.

Por eso no estoy sola, sino acompañada y me roza el alma, y me habla… Y yo escribe que te escribe y, Él supongo que a veces se ríe.      


  Emma Díez Lobo

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