Me
vi sumergida en una niebla desconocida, silenciosa, plena de una extraña vida
en calma. Era más real que la vida misma, veía como nunca había visto y oía con
la pureza de sentir las partículas del silencio.
Pensé:
¿He vivido antes? Empecé a dudar de mis años de andaduras, de mis vuelos
trasatlánticos, de mi maternidad, de mis andanzas por el metro de Madrid… No,
me dije, esto es más que un sueño.
Pasé
un tiempo extremadamente largo en aquél profundo tren y túneles sin fin.
Al
llegar a mi estación, se abrieron las puertas del metro. Sí, era aquél “Ave
fénix” que me postraba ante una misteriosa luz palpitante de ternura.
Estaba
delante de mi Dios; me pregunto: ¿Qué traes en tu mochila?:
-Está
cargada de tristezas, alegrías, amor y ofensas, le dije; no puedo quedarme aún
Contigo y me fui de la Sala de mi propia Justicia.
Al
instante, me recogió un insólito vagón que me llevaría a un nuevo andén cuyo
cartel decía “Pena y Esperanza” y allí me quedé, pero supe que un día volvería
a estar con Él para siempre.
Emma Díez Lobo
No hay comentarios:
Publicar un comentario