miércoles, 3 de febrero de 2016

Las Puertas…



Me vi sumergida en una niebla desconocida, silenciosa, plena de una extraña vida en calma. Era más real que la vida misma, veía como nunca había visto y oía con la pureza de sentir las partículas del silencio.

Pensé: ¿He vivido antes? Empecé a dudar de mis años de andaduras, de mis vuelos trasatlánticos, de mi maternidad, de mis andanzas por el metro de Madrid… No, me dije, esto es más que un sueño.

Pasé un tiempo extremadamente largo en aquél profundo tren y túneles sin fin.

Al llegar a mi estación, se abrieron las puertas del metro. Sí, era aquél “Ave fénix” que me postraba ante una misteriosa luz palpitante de ternura.

Estaba delante de mi Dios; me pregunto: ¿Qué traes en tu mochila?:

-Está cargada de tristezas, alegrías, amor y ofensas, le dije; no puedo quedarme aún Contigo y me fui de la Sala de mi propia Justicia.

Al instante, me recogió un insólito vagón que me llevaría a un nuevo andén cuyo cartel decía “Pena y Esperanza” y allí me quedé, pero supe que un día volvería a estar con Él para siempre.


Emma Díez Lobo

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