Cuaresma es esencialmente preparación
para la Pascua. Todo el dinamismo de Cuaresma conduce a la celebración de
la Vigilia Pascual en que celebraremos la resurrección de Jesús y el comienzo
de nuestra participación en ella por el bautismo, renovando las promesas
bautismales. La Cuaresma invita al pueblo de Dios a preparar seriamente esta
celebración.
De aquí los dos grandes centros que
hay que celebrar y consecuentemente hay que preparar: el don de Dios y nuestra
participación en él, y todo ello en contexto de alegría. Por ello la meta
perseguida, la Pascua, debe determinar el tipo de predicación homilética de estos domingos.
El leccionario de los cinco
domingos de Cuaresma ofrece abundantes referencias a ambos centros. Por un
lado, conocer mejor el don de Dios, que es el amor misericordioso del Padre,
que nos entrega a Jesús, que muere y resucita por nosotros, para crear una
nueva alianza y un nuevo pueblo integrado por personas a las que les ofrece la
fe, el perdón, un corazón nuevo, y está llamadas a compartir la resurrección de
Jesús. Este año, que celebramos el Año
de la Misericordia, nos invita especialmente a este conocimiento. Por otro,
conocernos nosotros y nuestra situación ante la oferta misericordiosa de Dios.
La liturgia se dirige a personas bautizadas, que deben examinar su situación
concreta: cuál es la opción fundamental en su vida, cómo anda su vida de fe,
esperanza y caridad, cómo anda su vida eclesial.
Conocer mejor el don recibido y
conocernos mejor en función de este don, resume todo el esfuerzo cuaresmal. Y
este conocer exige oración, iluminarnos con la Palabra de Dios, conversión del
corazón y obras penitenciales.
Finalmente esta celebración tiene
que ser a la vez personal y eclesial,
porque en Cuaresma nos preparamos como
miembros de la Iglesia, pidiendo por nuestra conversión y la de los demás.
El domingo 1º invita a ambos
conocimientos, conocer y profesar la fe (1ª y 2ª lectura) y conocernos a
nosotros (Evangelio).
El domingo 2º se centra en el
conocimiento de la meta que nos espera, la transformación de nuestro cuerpo,
cuya causa es la resurrección de Jesús. Esto exige asumir el camino de Jesús
(2ª lectura y Evangelio)
El domingo 3º recuerda que los dones de Dios exigen
colaboración: convertirse viviendo las exigencias de la fe, pero convertirse en
cristiano, como “alegría” (1ª lectura y Evangelio).
El domingo 4º invita a reconciliarnos con Dios y a ser
instrumentos de reconciliación, colocándonos en el lugar del padre, del hijo
menor y el mayor de la parábola (2ª lectura y Evangelio)
El domingo
5º tiene carácter de síntesis: recuerda lo nuevo de la salvación traída por
Jesús (1ª lectura), que exige renunciar al pecado muriendo con Cristo (2ª
lectura) y evitar todo fariseísmo puritano (Evangelio).
Rvdo. D. Antonio Rodríguez Carmona
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