Ya
sé que la vida diaria nos tapa esta realidad, pero hagamos el esfuerzo para “nacer
de nuevo” y entender.
El
desierto eres tú, a veces sin esperanza, sin ánimo, tal vez te sientas solo,
con problemas que nunca se arreglan y lo peor, las tentaciones ¡Pufff, aunque
sea para criticar!!!
Pues
bien, en estas circunstancias tan normalitas de nuestra vida, recordemos ¡Qué ya sé que se olvida, jope!, a Jesús
en el desierto. Imaginadle caminando en soledad y piensa que te piensa…
El
sonido de las dunas, el sol, el frío nocturno, el llanto, el hambre, los cardos…
Y más solo que la una, como tú y yo a veces. Hasta que aparece el bicharraco más gordo que hay sobre la tierra. Camuflado
y al acecho, a nosotros nos pilla siempre, a Jesús se le puso al lado.
Era,
es el momento ideal… La flojera, la soledad, el tormento, las dudas. ¡Estaba el
pobre hecho una pena!, como a veces nosotros, aunque rodeados de muebles,
calles y comida.
Pues
para eso, los 40 días, para que te llenes de su fuerza
como Él la tuvo y, no decaer ante la tentación (mentir por ejemplo).
¡Chicos,
son 40 días! Un poco más que las vacaciones de verano ¡Qué no es tanto! Y
vivamos la genialidad de sentirnos tan fuertes como Él -la prueba del
“cambio”-.
Ya sabéis, desierto de Jesús en la
cabeza, sufrir en silencio (sólo con Dios), aguantarnos de chorradas inútiles
(Jesús no tenía nada) y a las tentadas, SABIDURÍA, que creemos que nuestros
actos no van a ningún lado y mira si van… ¡Van a tu cesto, ese que tienes que enseñar!
Así quéeeee…
A
Comulgar a lo loco, a ser caritativo, a ayunar de vicios y a redimirnos
¿OK?
Intentémoslo
y si podemos ser su ejemplo, llegaremos listos a su Calvario, que por cierto, es el
nuestro pero a lo bestia, y sepamos qué quiso Jesús de nosotros en ese
Mes y 10 días.
Emma Díez Lobo
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