miércoles, 12 de junio de 2019

El oído abierto



En estos tiempos actuales en que los medios de comunicación y las redes sociales proliferan por doquier, y conocemos en tiempo real lo que sucede en cualquier parte del mundo, aparecen nuevas formas de llegar a la gente con expresiones metafóricas, no exentas de originalidad, de forma que si por si solas representarían una cosa, unidas representan otra. 

Así nos encontramos con gente  de “piel fina”, es decir que se enfadan por la menor situación que les pueda herir, cuando antes se decía que eran demasiado sensibles ante tal o cual situación. Un castizo madrileño diría: “que se pican enseguida”

Otras veces “ponemos un cordón sanitario” a alguien,- léase a un partido político-, por ejemplo, para decir que ponemos una barrera a su ideología a la que  no dejamos ni expresarse.

No menos original es “poner líneas rojas” a una determinada opinión, que intuitivamente nos lleva a un concepto de prohibición, pues el rojo,- la mente se va a los semáforos-, o a las señales de tráfico, indica algo prohibido.

Los medios actuales tienen una riqueza de expresión tal, que con una simple expresión, llevan a los demás a toda suerte de pensamientos e imaginaciones para todos los gustos.

Después de este “introito”,- no se debería olvidar el latín, de donde procede nuestra lengua, (perdón por esta pedantería), en los círculos religiosos aparece la expresión: “tener el oído abierto”.

Tener el oído abierto a la Palabra de Dios, que es su Santo Evangelio. Es decir, que su Palabra no rebote en nosotros cuando es “oída”, y se convierta en palabra “escuchada”. En el mundo que nos ha tocado vivir hay mucho ruido; y muchas veces se oye la Palabra de Dios, pero no se escucha, pues ambos son conceptos que no debemos confundir.

Y la palabra entra por el sentido auditivo, por el oído, para desde allí pasar a la mente, y desde la mente, anidarla en el corazón, haciéndola suya, como María de Nazaret “guardaba estas cosas en su corazón” como nos dice tantas veces el Evangelio.

Fijémonos en un detalle: tener el oído abierto, nos dice la Iglesia. Lo dice en singular. La Iglesia Católica, Madre y Maestra,- Mater et Magistra-, siempre acierta en sus expresiones, pues cuando enseña, es asistida por el Espíritu de Dios.
Si tenemos los oídos abiertos, la Palabra fácilmente entrará por uno, y saldrá por el otro, no quedando nada de Ella en nuestro interior.

Si el oído por donde ha de entrar está cerrado, - a las cosas de Dios-, seguramente NO a las cosas de este mundo-,   rebotará su Palabra y se hará ineficaz. Pero si “tiene el oído abierto,- a las cosas de Dios-, permanecerá en nuestra mente y desde allí pasará al corazón.

No olvidemos que es importante hablar de Dios, pero es más importante  HABLAR CON DIOS.

(Tomás Cremades) 
comunidadmariamadreapostoles.com


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