En estos tiempos
actuales en que los medios de comunicación y las redes sociales proliferan por
doquier, y conocemos en tiempo real lo que sucede en cualquier parte del mundo,
aparecen nuevas formas de llegar a la gente con expresiones metafóricas, no exentas
de originalidad, de forma que si por si solas representarían una cosa, unidas
representan otra.
Así nos encontramos con
gente de “piel fina”, es decir que se enfadan por la menor situación que
les pueda herir, cuando antes se decía que eran demasiado sensibles ante tal o
cual situación. Un castizo madrileño diría: “que se pican enseguida”
Otras veces “ponemos un
cordón sanitario” a alguien,- léase a un partido político-, por ejemplo, para
decir que ponemos una barrera a su ideología a la que no dejamos ni
expresarse.
No menos original es
“poner líneas rojas” a una determinada opinión, que intuitivamente nos lleva a
un concepto de prohibición, pues el rojo,- la mente se va a los semáforos-, o a
las señales de tráfico, indica algo prohibido.
Los medios actuales
tienen una riqueza de expresión tal, que con una simple expresión, llevan a los
demás a toda suerte de pensamientos e imaginaciones para todos los gustos.
Después de este
“introito”,- no se debería olvidar el latín, de donde procede nuestra lengua,
(perdón por esta pedantería), en los círculos religiosos aparece la expresión:
“tener el oído abierto”.
Tener el oído abierto a
la Palabra de Dios, que es su Santo Evangelio. Es decir, que su Palabra no
rebote en nosotros cuando es “oída”, y se convierta en palabra “escuchada”. En
el mundo que nos ha tocado vivir hay mucho ruido; y muchas veces se oye la
Palabra de Dios, pero no se escucha, pues ambos son conceptos que no debemos
confundir.
Y la palabra entra por
el sentido auditivo, por el oído, para desde allí pasar a la mente, y desde la
mente, anidarla en el corazón, haciéndola suya, como María de Nazaret “guardaba
estas cosas en su corazón” como nos dice tantas veces el Evangelio.
Fijémonos en un
detalle: tener el oído abierto, nos dice la Iglesia. Lo dice en singular. La
Iglesia Católica, Madre y Maestra,- Mater et Magistra-, siempre acierta en sus
expresiones, pues cuando enseña, es asistida por el Espíritu de Dios.
Si tenemos los oídos
abiertos, la Palabra fácilmente entrará por uno, y saldrá por el otro, no
quedando nada de Ella en nuestro interior.
Si el oído por donde ha
de entrar está cerrado, - a las cosas de Dios-, seguramente NO a las cosas de
este mundo-, rebotará su Palabra y se hará ineficaz. Pero si “tiene
el oído abierto,- a las cosas de Dios-, permanecerá en nuestra mente y desde
allí pasará al corazón.
No olvidemos que es
importante hablar de Dios, pero es más importante HABLAR CON DIOS.
(Tomás Cremades)
comunidadmariamadreapostoles.com
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