La
solemnidad del Corpus Christi nos motiva a profundizar en lo que la Eucaristía
significa en la Iglesia para la vida de los creyentes en Cristo. Ya desde los
primeros momentos de la comunidad cristiana la Eucaristía estuvo en el centro de la vida eclesial. Así lo refleja
el texto de los Hechos de los Apóstoles donde podemos leer: “Y perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión,
en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2,42). No
podemos entender la dinámica del cristianismo al margen del amor de Cristo que
entregó su vida por nosotros, e instituyó el sacerdocio y la Eucaristía,
dejándonos el mandamiento nuevo: “Amaos los unos a los otros como
yo os he amado”. Así, el método de vida cristiana se fundamenta: en
conocer a Cristo, en la eucaristía, en el compartir la propia existencia con
los demás, y en la actitud misionera. En el día a día la referencia es el
Cenáculo.
Son
iluminadoras las bellas palabras que san Juan Pablo II escribió: “Cuando los
discípulos de Emaús le pidieron que se quedara «con» ellos, Jesús contestó con
un don mucho mayor. Mediante el sacramento de la Eucaristía encontró el modo de
quedarse «en» ellos. Recibir la Eucaristía es entrar en profunda comunión con
Jesús. «Permaneced en mí, y yo en vosotros» (Jn 15,4). Esta relación de íntima
y recíproca «permanencia» nos permite anticipar en cierto modo el cielo en la
tierra. ¿No es quizás éste el mayor anhelo del hombre? ¿No es esto lo que Dios
se ha propuesto realizando en la historia su designio de salvación? Él ha
puesto en el corazón del hombre el «hambre» de su Palabra (cf. Am 8,11), un
hambre que sólo se satisfará en la plena unión con Él. Se nos da la
comunión eucarística para «saciarnos» de Dios en esta tierra, a la
espera de la plena satisfacción en el cielo”[1].
La Eucaristía es garantía de inmortalidad: “Yo soy el pan vivo que ha
bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo
os daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6,51).
Día de
la Caridad
La
celebración de la Eucaristía nos ofrece el amor de Cristo que hemos de reflejar
en los demás. “El culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado,
sin consecuencias en nuestras relaciones sociales; al contrario exige el
testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los
bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes por la posición
social o política que ocupan, han de tomar decisiones fundamentales como el
respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin
natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad
de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas”[2].
La
Iglesia en España hace coincidir con esta solemnidad el Día de la Caridad. Este
año Caritas nos propone como lema: “Pon en marcha tu compromiso
para mejorar el mundo”, invitándonos a salir al encuentro de los
demás si queremos que germine la fraternidad, y a tratar de dar cabida a los
otros no sólo en nuestra mente sino sobre todo en nuestro corazón, conscientes
de que cuando vivimos generosamente siempre recibimos más de lo que damos.
Hemos de ser un signo de vida, abriendo horizontes de esperanza, construyendo
en la bondad y en el amor, y superando los prejuicios que siempre nos
distancian. Hagamos de nuestra vida un trampolín que nos lance a anunciar la
Buena Noticia del Evangelio, teniendo siempre presentes a los pobres. “En la
comunidad de los creyentes no debe haber una forma de pobreza en la que se
niegue a alguien los bienes necesarios para una vida decorosa”[3].
Así podremos mejorar el mundo. “Si Dios es amor, el lenguaje que mejor
evangeliza es el del amor. Y el medio más eficaz de llevar a cabo esta tarea en
el ámbito social es, en primer lugar, el testimonio de nuestra vida, sin
olvidar el anuncio explícito del Jesucristo. Hablamos de Dios cuando nuestro
compromiso hunde sus raíces en la entraña de nuestro Dios y es fuente de
fraternidad; cuando nos hace fijarnos los unos en los otros y cargar los unos
con los otros; cuando nos ayuda a descubrir el rostro de Dios en el
rostro de todo ser humano y nos lleva a promover su desarrollo integral; cuando
denuncia la injusticia y es transformador de las personas y de las estructuras;
cuando en una cultura del éxito y de la rentabilidad apuesta por los débiles,
los frágiles, los últimos; cuando se vive como don y ayuda a superar la lógica
del mercado con la lógica del don y de la gratuidad; cuando se vive en
comunión; cuando contribuye a configurar una Iglesia samaritana y
servidora de los pobres y lleva a compartir los bienes y servicios; cuando se
hace vida gratuitamente entregada, alimentada y celebrada en la eucaristía”[4].
Que la
solemnidad del Corpus Christi sea para todos un día de adoración y alabanza al
Santísimo Sacramento. Agradeciéndoos vuestra generosa colaboración económica a
Cáritas para ayudar a los necesitados, os saluda con todo afecto y bendice en
el Señor,
+ Julián
Barrio Barrio,
Arzobispo
de Santiago de Compostela.
[1] JUAN
PABLO II, Mane nobiscum Domine, 19.
[2] BENEDICTO
XVI, Sacramentum caritatis, 83.
[3] BENEDICTO
XVI, Deus caritas est, 20.
[4] CEE, Iglesia servidora de los pobres, Ávila 2015, 41.
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