Hoy Jesús expone varias parábolas; abordamos la de la
mostaza. Su semilla es diminuta, apenas se percibe en la palma de la mano, sin
embargo, su fruto es grandioso. Jesús se está refiriendo a sus discípulos:
pequeños, casi inservibles a los ojos del mundo; de aquellos que proclaman
presuntuosamente lo que está bien o mal, pero impotentes para curar las heridas
del hombre, si es que no las hacen aún mayores.
El mismo Jesús, como profetizó Isaías creció como raíz
en tierra árida. Conoció el desprecio y rechazo de su pueblo; pero los ojos de
su Padre estuvieron fijos en El (Is 53,1-3...).
Jesús fue la semilla pequeña e imperceptible; sus
discípulos - Luz del mundo (Mt 5,14)- sus gloriosos frutos. Leemos la profecía
del Salmista: "... Plantados junto a Dios, aún en la vejez producen
frutos, que proclaman que... Jesús no nos engañó ni mintió al llamarnos al
Discipulado. (Sl 92,14...)
P. Antonio Pavía
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