Un principio esencial respecto a la fe adulta es que el Evangelio supone un
antes y un después en nuestra relación con Dios. De hecho, las primeras
palabras que oímos a Jesús en el Evangelio de Marcos son: "Convertíos y
creed en el Evangelio" (Mc 1,15). Creed, confiad en mis palabras, dice Jesús;
están llenas de la Gracia y la Fuerza necesarias para que lleguéis a ser
discípulos míos. Este es el núcleo de la invitación al banquete, del
Evangelio de hoy.
Los más cercanos al rey, aparentemente tan sumisos, tenían otras cosas más
importantes que ir al banquete. Este es el problema eterno: que nuestras cosas
sean prioritarias ante las cosas de Dios. Fijémonos en lo que dice el rey a sus
criados: Id a los caminos e invitad a todos: "buenos y malos".
Por eso, como dije antes, el Evangelio supone un antes y un después
respecto a ser discípulos de Jesús. El anuncio del Evangelio mueve al hombre a
escoger entre sus cosas y las de Dios. Escogen las de Dios, los que, al margen
de ser buenos o malos, dan un vuelco a su vida al acoger el Evangelio que escuchan
y dicen a Jesús: Aquí estoy Señor, ¡haz de mí un discípulo tuyo!
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadrapostoles.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario