Vimos la sorprendente elección de San Pablo; sondeamos
ahora algún aspecto como anunciador del Evangelio de Jesús. Pablo refleja de
forma entrañable la fidelidad amorosa a Jesús, el Señor, al encontrar en El, la
Vida por la que todo hombre suspira. Cuanto más se desvive Pablo por anunciar a
Jesús, más crece su Amor a Él. Es tal su riqueza interior que nos parece oírle
decir a Jesús: ¿Que he hecho para que me ames tanto? ¿Que he hecho para que
hayas abierto en mis entrañas tu Fuente de Agua Viva que un día prometiste? (Jn
7,37-38).
No, no termina Pablo de salir de su asombro;
tampoco puede explicarse, apenas alcanza a decir: "Se fio de mí, me hizo
capaz y me confió este ministerio (la Evangelización) a mí que antes fui un
blasfemo, un perseguidor...etc."(1Tm 1,12-13).
Los discípulos de Jesús tenemos algo o mucho de Pablo.
Sin mérito alguno recibimos el Evangelio, que se hace Fuego en nuestras
entrañas, como le pasó proféticamente a Jeremías (Jr 20,7-9). Entonces, desde
Jesús que en nosotros vive lo anunciamos, y no como un compromiso sino porque
cuanto más lo anunciamos más Vida albergamos en nuestras entrañas.
¿Te vas a perder este don?
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles com
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