miércoles, 3 de diciembre de 2025

Partiendo la Palabra Sl 45 (XXVI) Mis Palabras son Espíritu y Vida (Jn 6,63)

 


 Israel da culto a Dios con gran esplendor, y le reza sobre todo con los Salmos. Sin embargo, la mayoría se estanca en la tibieza porque rezan, pero no abren el oído para escuchar a Dios con disposición obediencial. Es como si no confiarán en las palabras que recitan, a veces incluso con lágrimas.

Al salir del Templo dejan de lado los rezos recitados con sus labios, no con su corazón. A Dios le duele el formalismo de su pueblo a quien exhorta una y otra vez en términos como este: "Ay, si mi pueblo me escuchase..." (Sl 81,11-13).

 De nada sirvió el lamento de Dios que entregó a Israel a la cautividad en Babilonia, no para castigarle sino para tomase conciencia del deterioro de su corazón. Al final y para que el hombre no llegue a ser una marioneta en manos del Tentador, enviará a su Hijo para que nos abra a todos los oídos y nos enseñe a escuchar y rezar como discípulos. (Is 50,4-5...) Solo así, Dios con su Palabra crea en nuestras entrañas la Fidelidad.

 

P. Antonio Pavía

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lunes, 1 de diciembre de 2025

Partiendo la Palabra (Sl 45) XXV Mis Palabras son Espíritu y Vida

 

 Oímos al Padre decir desde el Cielo: "Este es mi Hijo Amado en quien me complazco".

Con estas mismas Palabras recibe Dios en el Cielo al morir, a los Discípulos de su Hijo. Para que nos demos cuenta de la importancia de estas Palabras salidas de la boca del Padre, fijémonos que las repitió en el monte Tabor con un broche de oro: "Este es mi Hijo Amado en quien me complazco: Escuchadle" (Mt 17,5).

 Escuchadle, dice el Padre, si, Escuchadle, porque... ¡Él es mi Palabra! Esto era tan determinante para los primeros cristianos, que llamaban a Jesús: ¡La Palabra del Padre!

 Los tres Apóstoles que estaban con Jesús: Pedro, Santiago y Juan, en el Tabor, y oyeron estas Palabras del Padre, representan a los discípulos de Jesús de todos los tiempos. No caminemos por atajos atrayentes o sensacionalistas que no proceden del Padre.

El mismo Jesús nos lo hace saber en su Santo Evangelio: "...las ovejas le siguen porque conocen su voz, pero no seguirán la voz de un extraño...porque no conocen la voz de los extraños" (Jn 1O, 4b-5).

 A final de cuentas, María dijo esto mismo, a los sirvientes de la boda en Caná de Galilea, cuando se acabó el vino: "Haced lo que Él Os diga" que es lo mismo que dijo El Padre en el Tabor: ¡Escuchadle! (Jn 2,5).

 

P. Antonio Pavía 

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viernes, 28 de noviembre de 2025

Partiendo la Palabra Adviento (I Dom.) Ven Jesús, junto a mi

 


 Entramos en el Adviento, que nos prepara para la Venida de Jesús al mundo.

Partimos de esta pregunta: ¿De qué nos sirve esperar ansiosos la Navidad, vibrar con las fiestas que la acompañan, si no deseamos y buscamos con toda nuestra alma al Hijo de Dios que viene a nuestro encuentro?  Fijémonos en que Jesús viene a nosotros y nos traza el Camino que nos conduce al Padre (Jn 14,6) Si, vuelve al Padre haciéndose El mismo Camino hacia el Él.

El Adviento es la Encarnación de la Vida. Jesús está permanentemente en y con la Humanidad; Él nos hace hijos de su propio Padre por medio de su Palabra (Jn 1,9-12), y en la Eucaristía Alimento y Fuente de la Contemplación de Dios, en Espíritu y Verdad (Jn 4,23-24).

 El que entra -sea cual sea su historia de alejamiento de Dios- en este Espíritu del Adviento "saltará de gozo"  al saber que también iba por él, lo que dijo Jesús a María Magdalena, en su resurrección, para que lo supiéramos todos: "Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mí Dios y a vuestro Dios" (Jn 20,17,b). A este tesoro celeste, nos prepara el Adviento.

 

P. Antonio Pavía 

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miércoles, 26 de noviembre de 2025

Partiendo la Palabra (Sl 45) (XXIV) "Mis Palabras son Espíritu y Vida" (Jn 6,63b)

 


  A un cierto momento el autor, depositario de la profecía que Dios, hace de su Hijo, y como viendo a lo lejos su Encarnación, exclama: "Por eso Dios te ha ungido con óleo de júbilo entre todos tus compañeros. Descripción que se hizo gloriosa, en su Bautismo, en el río Jordán.

Allí el Padre anunció por medio de la inmersión de Jesús en las aguas, su descenso al antro de la muerte, para dar a continuación paso a su exaltación gloriosa, en su emersión, como Señor, en el rio Jordán.

Fue entonces que el Padre, viendo en su Hijo pisoteando la muerte, la Redención de la Humanidad, proclamó alborozado: "Este es mi hijo amado en quien me complazco" (Mt 3,17).

 En la elevación de Jesús, venciendo a la muerte, Dios Padre, se alegró por nosotros, vencedores también de nuestra muerte gracias a Jesús, su Hijo. 

 

P. Antonio Pavía 

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lunes, 24 de noviembre de 2025

Partiendo la Palabra (Sl 45) XXIII "Mis Palabras son Espíritu y Vida" (Jn 6,63b)

 

  Analizamos catequéticamente   la alabanza dada por el Salmista al Mesías: "Has amado la justicia y odiado la impiedad...".  La impiedad, llamémosla también maldad, es propia de quien, desdeñando la gloria de Dios, se deja seducir por la gloria que le ofrece Satanás, sin importarle que sea un engaño sostenido por globos de fantasía, abocado a su evaporación, como el rocío mañanero. Es propio del hombre que considera que Dios es superfluo, o bien alguien a quien no hay que tener muy en cuenta.

El hombre que asentándose en el vacío se va alejando más y más de la Roca que Jesús le ofrece con su Palabra (Mt 7,24-27). La impiedad no se asienta en el corazón del hombre por casualidad, tampoco por pecados ocasionales; la impiedad se escoge pertinazmente, como nos lo hace saber el autor inspirado de este Salmo: "Este es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos, son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor" (Sl 49, 14-15).

 A todo hombre se nos ofrecen dos glorias:  la de Dios, que nos ajusta a Él, que es Eterna, y la que presentó Satanás a los ojos de Jesús que nos es un simple fraude sino el peor regalo envenenado existente a lo largo de la historia. (Mt 4,8-10).

 

P. Antonio Pavía 

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viernes, 21 de noviembre de 2025

Fiesta de Cristo Rey (Lc 23,35-43) ¡Acuérdate de mí Señor...!

 


 Vemos en el Calvario a Jesús Crucificado, rodeado por una furiosa multitud, injuriándole. Con su Evangelio, Jesús había sacado a la luz, sus demonios internos con las falsas apariencias, que ocultaban en sus corazones, emponzoñados por la soberbia, y es que fariseísmo y   soberbia encajan perfectamente.

 En el Calvario la victoria satánica parece imponerse, cuando de pronto Dimas, condenado con Jesús, por malhechor, proclama su Realeza: ¡Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino!

 Recordemos que Jesús había dicho a sus Discípulos que serían la Luz del mundo (Mt 5,14) Dios que repele las apariencias, escogió a este malhechor, arrepentido, para dar Testimonio de la Inocencia de Jesús, siendo así la Luz iluminadora, que curó la ceguera de sus corazones. Luz salvífica, pues como dice Lucas..."Todos se volvieron  como publicanos (Lc 18,13)” golpeándose el pecho.

 

P. Antonio Pavía 

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miércoles, 19 de noviembre de 2025

Partiendo la Palabra. (SL 45) XXII "Mis Palabras son Espíritu y Vida" (Jn 6,63b

 



 Es tan brillante el resplandor de aquel a quien el Salmista, movido por el Espíritu de Dios, llama " el más bello de los hombres" que siente la urgencia de alabarle con oleadas de alabanzas que brotan de su alma: "Tu amas la justicia y odias la impiedad...

"Vítores que como notas musicales proclaman que este ser, inimaginablemente hermoso, ama estar junto a Dios, como un hijo ansia estar con su padre; Él representa su seguridad, amor, protección...etc.

Todo ello es lo que lleva consigo estar a su derecha, como vemos en otro Salmo: "Dijo el Señor a mí Señor, siéntate a mi derecha y haré de tus enemigos estrado de tus pies "(Sl 110,1...).

Lo sondeamos a la Luz de Jesús y su Misión. Recordemos que, ante el persistente rechazo de Israel, nos dijo a todos: ¡No tengo donde reposar la cabeza! (Mt 8,20) El hecho es que Jesús, solo pudo reposar su cabeza, coronada de espinas, en el momento de morir. Nos dice Juan que como haciendo un último esfuerzo alzó su mirada al Padre y le dijo..." Todo está cumplido, e inclinando la cabeza entregó su espíritu.  (Jn 19,30).

 Con está proclamación le estaba certificando: ¡ Padre, hemos vencido! Estamos ajustados al hombre y el hombre está ajustado a nosotros.

 Así es como dejamos este mundo los discípulos de Jesús: ¡Señor mío y Dios mío... Misión cumplida!!

 

P. Antonio Pavía 

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