Trato
de imaginaros con María en aquella sala, escondidos, hablando, recordando a
Jesús… Pero Él “os ha reunido” y os espera, que no falte ni uno de los once.
Sois vosotros, sus mejores seguidores, su compañía en la tierra, sois los
benditos ojos que Le vieron resucitado tras su Muerte, sus amigos del alma,
pues no os abandonaría por nada del mundo...
Os
había prometido en vida una fuerza interior que llegaría después de su
“partida”, ¿recordáis?, os lo dijo en varias ocasiones, pero vosotros no
entendíais de qué se trataba.
Y allí encerrados, en medio de aquel viento
extraño, bajaron once Lenguas de fuego sobre vuestras cabezas… Era el Espíritu
de Dios, la promesa de Jesús, la fuerza de la Sabiduría , la Palabra que os enseñó,
hecha Alma… Su Amor sin miedos que llevaríais al mundo entero.
Y así
comenzó vuestra andadura de Apóstol; fuertes, valientes, sujetos de la mano de
Dios, de la Palabra
de Dios, de la fuerza de Dios. Hoy os miro con admiración del que escucha y
sabe de esa Lengua de fuego que lleváis dentro, que os invade el corazón.
La
obra del Espíritu Santo es vuestro Sacerdocio: El Evangelio de salvación para
la humanidad; la
Consagración del pan y el vino para Glorificación del hombre;
el Perdón… ¡Sublime Poder Divino en vuestras manos, en vuestras palabras!
¡Bendito
Espíritu! No nos dejarías solos, fueron tus palabras, Jesús. Han pasado los 50
días de la Pascua
y ya estamos todos juntos otra vez. Tú, Uno como Tres: Mi Dios, mi Jesús, tu
Espíritu; y conmigo y el mundo Cuatro, como si fueran Dos: Tú y nosotros…
Emma
Diez Lobo
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