Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí” (Mt 14,22-23)
Nos
llama la atención la forma de cómo san Mateo introduce este texto evangélico.
Vemos en él palabras fuertes que no son normales en Jesús: “obligó a los
discípulos a subir a la barca”. Hemos de preguntarnos qué es lo que ha pasado,
qué acontecimiento ha sucedido para que Jesucristo tome esta determinación con
respecto a los apóstoles. Y también hemos de preguntarnos qué nos quiere decir
esto respecto a nuestro camino de fe.
Vamos
a intentar comprender este gesto de Jesús dentro del contexto en el que surge.
Jesucristo acaba de hacer el milagro de la multiplicación de los panes y ha
saciado a una muchedumbre. El evangelio de Juan, que también nos ofrece el
mismo milagro, añade un dato
catequético en el que hace constar que la muchedumbre, al ver la señal que había realizado, gritó enfervorizada: ¡Éste es el profeta que estábamos esperando! “Jesús, dándose cuenta de que intentaban tomarlo por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo” (Jn 6,15). A continuación, Juan dice que Jesús fue al encuentro de sus discípulos caminando sobre el mar en medio de la tempestad. Lo mismo que vamos a ver a lo largo del libro siguiendo el texto de Mateo.
En
el texto de Juan es interesante observar detenidamente la reacción de los
judíos ante el milagro de Jesús, reacción que ya sabemos. Vieron en él al
Profeta que Israel estaba esperando y que los profetas, sucesivamente, habían
anunciado. Visto lo cual decidieron hacerle rey.
¿Por
qué los judíos, ante el milagro de la multiplicación de los panes, reconocen en
Jesucristo al Profeta que estaban esperando? Israel, a lo largo de la
espiritualidad que había alimentado por medio de los profetas, tenía la
percepción clarísima de que el Mesías sería reconocido por unos signos muy
concretos. Sería alguien que haría presente las antiguas maravillas que Yahvé
realizó en favor de su pueblo; por ejemplo, como cuando fue alimentado en el
desierto con el pan que bajaba del cielo.
También
forma parte de la historia de la salvación de Israel la multiplicación de los
panes efectuada por Eliseo, sucesor del profeta Elías: “Vino un hombre de Baal
Salisa y llevó a Eliseo veinte panes de cebada y grano fresco en espiga… Su servidor dijo: ¿cómo voy
a dar esto a cien hombres? Él dijo: dáselo a la gente para que coma, porque así
dice Yahvé: comerán y sobrará. Se lo dio, comieron y dejaron de sobra, según la
palabra de Yahvé” (2Re 4,42-44).
Israel,
iluminado por los profetas, tiene conciencia de que Dios prepara para él un
nuevo Éxodo, una nueva liberación por medio del Mesías, y éste sería reconocible
por signo liberadores concretos como, por ejemplo, multiplicar los panes. Ven
en Jesucristo este signo y aparece el mismo problema de siempre: la mentira
permanentemente incubada en el corazón del hombre. Recordemos que Jesucristo
llama a Satanás mentiroso y padre de la mentira (Jn 8,44).
El
problema que se presenta entonces es que la esperanza mesiánica está viciada
por la mentira. Ésta se manifiesta en el hecho de que desean hacerle rey,
incluso le fuerzan hasta el punto de que Jesús tuvo que huir. Que Yahvé haya
enviado a su Hijo-Mesías en orden a la
conversión del pueblo, en orden a un cambio de corazón, como bien habían
anunciado los profetas, les importa poco o nada. Quieren hacerle rey porque ven
en él una realización de sus pretensiones de grandeza. Ven en él al caudillo
liberador del poder romano al que estaban sometidos. Sueñan con una vuelta a la
supremacía sobre las naciones como en los épicos tiempos de David y Salomón.
Sin embargo, vuelvo a insistir
en que los profetas anunciaron al Mesías como el Pastor que devolverá al rebaño
de Israel la fidelidad perdida; le anunciaron como el Agua viva que habría de
cambiar el corazón idólatra del pueblo.
Jesús camina sobre
las aguas
A. Pavia.
Editorial Buena Nueva
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