domingo, 28 de febrero de 2016

Nunca las cosas a medias



Las cosas a medias sirven de poco.

¿De qué te sirve ver las estrellas si luego no ves el camino?
¿De qué te sirve ver el sol si luego no ves al que tienes a tu lado?
¿De qué te sirve buscar siempre las cosas grandes si luego tropiezas con las pequeñas?
¿De qué te sirve decir que amas mucho, y luego no aguantas a nadie a tu lado?
¿De qué te sirve hablar de la verdad si luego vives en la mentira?
¿De qué te sirve tener ojos si luego no tratas de ver al hermano que está contigo?
¿De qué te sirve tener oídos si no tienes tiempo para escuchar a nadie?
¿De qué te sirve tener pies si no caminas por la vida?
¿De qué te sirve tener manos si nunca estrechas las de tu hermano?
¿De qué te sirve tener corazón si luego no amas?
¿De qué te sirve mirar lejos si no ves a los que tienes cerca?
¿De qué te sirve hablar muchas lenguas si luego eres un mudo con el que tienes a tu lado?
¿De qué te sirve conocer el mundo si no conoces a las personas que te rodean?
¿De qué te sirve tener cabeza si luego no piensas?
¿De qué te sirve tener muchas cosas si no las compartes?
¿De qué te sirve tener muchos libros si no lees ninguno?
¿De qué te sirve tener libertad si luego vives esclavo de ti mismo?
¿De qué te sirve tener muchos años si no has vivido a fondo ninguno?
¿De qué te sirve conocer la verdad si vives en la mentira?
¿De qué te sirve comenzar si luego no llegas al final?
¿De qué te sirve decir sí si luego tu vida es un no?
¿De qué te sirve la silla si no te sientas?
¿De qué te sirve la vida si no la vives?
¿De qué te sirve tenerlo todo si luego lo dejas pudrir y no lo compartes?
¿De qué te sirve estar bautizado si luego vives como pagano?
¿De qué te sirve estar confirmado si luego no das testimonio de tu fe?
¿De qué te sirve estar casado por la Iglesia si luego vives como si sólo estuvieses casado por lo civil?
¿De qué te sirve tener una familia si luego vives siempre fuera de casa?
¿De qué te sirve tener hijos si nunca estás con ellos?
«Uno tenía plantada una higuera en su viña».
Crecía y estaba hermosa, pero no daba frutos. Este es el problema que afrontamos todos.
No basta con que Dios nos regale la vida si luego no sabemos vivirla, sino que la malgastamos en bagatelas inútiles.
No basta con que nos bauticen si luego nuestro bautismo queda en el simple recuerdo de unas fotos que, con el tiempo, se ponen amarillas y pierden el color.
No basta con decir que somos cristianos si luego no damos fruto de Evangelio y vivimos como el resto.
Es cierto que Dios tiene suficiente tiempo para no arrancarnos de la viña que es la Iglesia.
Y eso siempre me ha dado una gran satisfacción.
Porque eso de saber que Dios es capaz, cada primero de enero, de regalarnos un año más de posibilidades siempre es un consuelo y siempre nos abre a la esperanza de saber que algún día nuestra vida puede empezar a florecer.
Pero, a la vez, siento cierta nostalgia: de hacer esperar a Dios para recoger los frutos de su amor en mi vida.



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