martes, 21 de febrero de 2017

El poder de la oración

  
       En mi opinión la oración tiene una metodología o camino a recorrer, unas formas e itinerario que hay que andar para llegar al final, que no es lo mismo que la finalidad.

Veamos el evangelio de Mc. 9, 14 y siguientes. Al ver a Jesús, la gente se sorprendió y corrió a saludarlo. Lo primero que tenemos que hacer es esperar su llegada; pero no de una forma pasiva, sino esperar en el lugar adecuado, allí donde sabemos que Él va a hacer acto de presencia. Esperar no es dejar pasar del tiempo, sino que ese tiempo de espera tiene que ser un tiempo ocupado en la preparación del encuentro, esperar con esperanza. Cuando Jesús llega siempre es causa de sorpresa, pero nos sorprende no en el sentido de pillarnos desprevenidos ni maravillarnos con algo imprevisto o raro, sino en el sentido de descubrir lo que el otro oculta. En ese encuentro, o sea en la oración, tenemos que correr a saludarlo y ver qué descubrimos en Él.

Uno de los que le esperaba, con gran esperanza le dijo: “Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu…” Esperaba consumar su esperanza, pero no pidió para él, sino para otro, su hijo. Y no pidió cualquier cosa, nada más y nada menos que expulsara aquel espíritu que tanto daño le estaba haciendo. En este tipo de oración debemos ser generosos y pedir para solucionar los graves problemas de los otros, esto no excluye lo nuestro. No hay nada más urgente que implorar que la sanación del alma, lo espiritual debe prevalecer sobre lo material: “de qué le vale al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma”. Esto no quita que también supliquemos por tantos problemas materiales como tienen nuestro prójimo o nosotros mismos. Pero en este caso había que ayudar a su hijo a desprenderse de pecados muy graves, tanto le urgía y tan acuciante era que, incluso, mientras esperaba, pidió ayuda a los discípulos y, dada la gravedad de los mismos, estos no pudieron quitárselos.

Sus discípulos, a solas en casa, le preguntaron: “Por qué no pudimos echarlo nosotros?” A lo que Jesús respondió: “Esta especie solo puede salir con oración”. De lo que deducimos que la oración nos es necesaria especialmente para arrojar fuera ciertos pecados que los hombres nos empeñamos en que estén enraizados en nuestras vidas. Los hemos hecho vida de nuestra vida.

 Estos no podremos expulsarlos sin una constante oración. De ahí la importancia, necesidad y provecho de la oración. Solo nos veremos libres de ellos corriendo a saludarlo.


Pedro José Martínez Caparrós

No hay comentarios:

Publicar un comentario