domingo, 14 de julio de 2019

El desconocido




                                                                    
No sé quién es, nunca le he visto antes y sin embargo está necesitado. Me acerco y le auxilio. No me importa su procedencia solo sé que necesita ayuda.

Me arrodillo y le pregunto: “¿Dónde te duele?”, y acojo su dolor y súplica porque es lo que el Evangelio espera de mí.  

Dios te pone delante estas situaciones, pero a veces Le damos la espalda, no “nos suenan sus Palabras”… ¿Porqué no las Leemos?

Ése desconocido es el prójimo del que habla Jesús (Mt 25 35-40)… Ni tu hijo, ni tu padre, ni tu amigo, al los que ayudarías sin dudarlo. El prójimo es algo distinto, más grande aún, es aquél que te incita a la caridad sin lazos que te unan ni bondad acreditada. 

Estoy segura de que el ser humano -no siempre caritativo- actuaría de forma diferente si esa persona llevara un cartel que dijera: “Soy Jesús de Nazaret”  ¡Entonces SÍ, por supuesto!

Pero Dios se oculta en el corazón sin mirar razas ni religiones, y no siempre los que “dicen andar con Dios” hacen lo que un samaritano, quien ni ve la cara de Jesús ni sus sandalias, pero hace lo que Dios haría.  
  
Leer, entender y creer en la Biblia es la cuestión. Si queremos parecernos a Él, hagamos los mismo. Recordad que iba por los pueblos sanando almas y cuerpos desconocidos, para después decirnos: “Lo que hagáis con el prójimo, me lo estáis haciendo a mí”.

Emma Díez Lobo

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