Fijamos nuestros ojos en Lidia, una mujer que nos sorprende por su interés en su búsqueda de Dios. Nos atrae, porque le busca con su corazón y con su alma. Tengamos en cuenta que alma y corazón comparten significado en la Espiritualidad de la Palabra.
Vamos a los hechos. Pablo y Timoteo llegan a la ciudad de Filipos y se
dirigen a la orilla del río para orar discretamente. (Hch 16,11 - 15.) Allí se
topan con un grupo de mujeres lavando la ropa en el río. Pablo y Timoteo
aprovechan esta circunstancia para a anunciarlas el Evangelio de Jesús. Nos
llama la atención que Pablo puntualiza lo siguiente: "una de ellas llamada
Lidia nos escuchaba. “El Señor, comenta Lucas, le abrió el corazón, para que se
adhiriese a las palabras de Pablo" Nos parece maravilloso, pero... ¿Y las
demás mujeres? Quizás fueron a escuchar la Palabra, por curiosidad, por
descansar un poco de sus trabajos...etc. O sea que oyeron a Pablo y Timoteo sin
percatarse de que tenían Palabras de Vida Eterna para ellas. No fue esa la
actitud de Lidia; es como si intuyese que estaba ante la ansiada oportunidad
para encontrar al "Dios Vivo" al que tantas veces había
rezado, por ejemplo, en los Salmos (Sl 42,1-3) (Sl 84,1-3).
Estás intuiciones se tienen cuando
rezamos con los labios del corazón a más que con los de la boca. Lidia, "comía
y bebía en su alma la predicación de estos dos discípulos de Jesús y por
eso mismo, "El Señor le abrió el corazón para que - su corazón - se adhiriese
a las palabras de Pablo". Palabras habitaron en ella, como nos dice
Jesús (Jn 14,23) Dios cumplió en ella esta promesa ya anunciada: Entonces, buscarás a Yahvé tu Dios, y le
encontrarás si le buscas con todo tu corazón y con toda tu alma" (Dt 4,29)
Así buscó a Dios Lidia, y le encontró...y le encuentran todos los que así
le buscan.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario