El hombre que asentándose en el vacío se va alejando más y más de la Roca
que Jesús le ofrece con su Palabra (Mt 7,24-27). La impiedad no se asienta en
el corazón del hombre por casualidad, tampoco por pecados ocasionales; la
impiedad se escoge pertinazmente, como nos lo hace saber el autor inspirado de
este Salmo: "Este es el camino de los confiados, el destino de los hombres
satisfechos, son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor" (Sl 49,
14-15).
A todo hombre se nos ofrecen dos
glorias: la de Dios, que nos ajusta a Él, que es Eterna, y la que
presentó Satanás a los ojos de Jesús que nos es un simple fraude sino el peor
regalo envenenado existente a lo largo de la historia. (Mt 4,8-10).
P. Antonio Pavía
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