Este Evangelio narra la expulsión por parte de Jesús de unos mercaderes apostados en los atrios del Templo de Jerusalén. La Catequesis que emana del actuar de Jesús, es diáfana. El Templo de Jerusalén es el Lugar Santo por excelencia de Israel. Mercadear en sus atrios implica empañar la Santidad de Dios al servir a ese otro dios que pugna insistentemente por hacerse con el corazón de todo hombre: el dinero. Jesús lo dice sin medias tintas: No podéis servir a Dios y al Dinero (Mt 6,24). Es un servir en el contexto de adorar. Si adoramos o no al dinero, es verificable por nuestro criterio respecto a cómo empleamos nuestro tiempo. El que se afana por tener más y más, casi imperceptiblemente, va desplazando su tiempo hacia el dios Dinero, y se apega más a sus cosas que a las cosas de Dios.
P. Antonio Pavía
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