Dejamos al salmista abatido, con su fe tambaleante.
Dios atento a su fragilidad y desánimo le susurra al oído de su corazón,
Palabras de Vida, que le elevan por encima del mal que le sobrecoge, provocando
en él una confesión de fe que a todos nos ayuda. Esto fue lo que brotó de su
corazón: "Si llegase a hablar como ellos, renegaría de la raza de tus
hijos”(Sl 73,15).
Esta es una muestra, de la belleza y grandeza infinita
de la Espiritualidad de la Palabra. Dios permite, a los que le buscan, tentaciones
de desesperanza, e incluso mareas de escepticismo, a causa de
escándalos provocados por quienes deberían ser su Luz en las tinieblas del
mundo. Dios les y nos hace esperar, pero no se cruza de brazos. Está como
centinela, esperando tu punto de madurez para actuar, como hemos visto que hizo
con el Salmista, que ya estaba a punto de desmoronarse.
El mismo hecho de saber esperar que Dios actúe en ti,
es para Él la señal inequívoca de que deseas con toda tu alma ser Discípulo de
Jesús, su Hijo.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles com
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