Seguimos con el poema profético del salmista.
Nos describe al Mesías revestido
para el combate contra el príncipe de este mundo, que se complace en nuestra
ruina y destrucción. Jesús, empuña la espada del Espíritu, es decir, la Palabra
de Dios, como dice San Pablo a los discípulos de Éfeso: "Tomad con
vosotros el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra
de Dios (Ef 6,17). Por eso Dios Padre, fijó sus ojos en Jesús y ..."le
bendijo eternamente como profetizó el Salmista " (Sl 45,3b). Si, le
bendijo eternamente, cuando se sumergió en las aguas del Jordán y de ellas
emergió proclamando su "Aquí estoy" a la misión que le había confiado
su Padre. Su inmersión en las aguas simbolizó su muerte en espera, al emerger
de ellas, de su resurrección.
Fue entonces cuando su Padre con una Ternura sin límites dio Testimonio de
su Amor infinito por El bendiciéndole así: "Este es mi Hijo amado en
quien me complazco" (Mt 3,17). Y.…alegrémonos porque esta es la Bendición
que Dios Padre con su infinita Ternura tiene preparada para todos los que aún
con nuestras debilidades no desistimos de caminar por el mundo como Discípulos
de su Hijo.
P. Antonio Pavía.
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