Vimos en el texto anterior el testimonio dado por Dios Padre, sobre Jesús,
su Hijo: "Tu eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mt 3,17).
Para nuestra alegría imperecedera,
vemos que el Espíritu Santo inspiró, que este testimonio del Padre acerca de Jesús,
sea también aplicado a sus discípulos. Descubrimos que a lo largo del Salmo se
nos habla de una princesa - figura de nuestra alma- que "arrebata" el
corazón del Rey por el resplandor de su rostro a causa de la Palabra guardada.
Leamos: "Escucha hija, mira, inclina el oído, olvida tu pueblo y la
casa paterna y el rey se prendará de tu belleza". Creo que se impone
la evidencia. Dios Padre que proclamó al principio del Salmo que su Hijo era el
más bello de los hombres, ahora, al ver un alma, que puede ser la tuya,
resplandeciente por la Palabra que habita en ella, se queda cautivado por ti.
Atentos: no se trata de acumular
cursos y cursos bíblicos, que no están mal; se trata de leer y escuchar la
Palabra, con los ojos y oídos del alma. Ojos y oídos que se abren dentro de ti,
espoleados por la Fuerza de tu Amor al Evangelio de Jesús, o sea a Él mismo
como decía San Ignacio de Antioquia.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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