La
vocación no es solo un gusto, no es solo una inclinación,
no
es solo querer, no es solo poder.
Es la vocación la que nos tiene a nosotros,
es
ella la que nos va teniendo a medida que afinamos nuestro oído.
A
medida que nuestros ojos descubren que alguien ha de repartir
el
Cuerpo de Cristo, la Palabra
de Cristo, el Amor de Cristo.
La
vocación es algo esencialmente social.
No
consiste en un sentimiento, ni en un gusto,
ni
hay que esperar una llamada telefónica de Dios,
ni
se nace con una señal especial en la frente.
Él
llama cuando da ojos para ver las mieses granadas
que
se pierden por falta de brazos.
La
vocación es el soplo del Espíritu que
hincha nuestra pequeña vela.
Dios
actúa cuando quiere y donde quiere.
No
sabemos por qué, no sabemos como.
Dios
es un mar infinito surcado de
innumerables velas.
Hay
cristianos que las arrían cuando se
levanta el soplo divino.
Tienen
miedo de abandonar la orilla.
Demasiados
cristianos tienen miedo de Dios.
Algunos,
los que le aman, se fían de Él.
No
saben qué les espera, no lo saben, pero confían.
Son
cristianos que no piden definiciones,
se
lanzan sencillamente Mar Adentro.
La
vocación es como un itinerario con señales de pista.
Cada
señal lleva a la señal siguiente,
sin
saber el término definitivo.
Más
que un conocimiento del futuro
es
una correspondencia amorosa, es una
amistad.
La
vocación no es un problema individual (¿qué espera Dios de mí?),
ni
algo exclusivamente moral (¿oponerse a Dios es pecado?),
ni
siquiera ha de plantearse preguntándose ¿Cuál es la vocación mejor?.
Se
pertenece a una Iglesia donde todo es mejor
y
en la cual se vive como miembro.
La
vocación es una amistad.
Jorge Sans Vila
Muchas gracias y con mayor agrado ya hemos insertado y recomendado tu blog. Nos complace compartir y esperamos que tu nos recomiendes en el tuyo, para que sigamos siendo instrumentos al servicio de quienes se dedican a la pastoral o simplemente quieren reflexionar con mayor profundidad sobre determinados aspectos de su fe cristiana.
ResponderEliminarPaz y bien