Hermanos
de mi pensamiento, lloré cuando os vi ahí abajo con el grisú en vuestro rostro…
Sí, sé que estabais solos, sin otra humanidad que la propia y os imaginé
rezando a Dios en la oscuridad de la tierra, pero ¿Sabéis? Dios escuchaba
vuestras voces, Dios bajó para agarraros de la mano y subiros a la luz, Él estaba
en la mina….
No sé
si vuestros equipajes rebosaban de amor, pero os aseguro que llevabais una gran
cantidad de sacos de esfuerzo, de trabajo duro por vuestras familias… No os
preocupéis ni un segundo, Dios está lleno de carbón como vosotros, tiene su cara
oscura como la vuestra, Él estaba en la mina…
Fueron
momentos terribles de claustrofobia y angustia, como Dios, igual que Dios… ¿Qué
os creéis que se fue de allí?, Él no se va, él siempre está hasta en la piedra
más pequeña de vuestra pala…
¡Perdóname
Dios!, es todo lo que quiso oír de vuestra boca y aunque no lo dijerais, no os
preocupéis, el saco de carbón, vuestro sudor, ha sido la oración para Dios
porque él entiende ese lenguaje, el peso de la labor cumplida y el trabajo más
tremendo del mundo. Vuestros pecados se han cubierto de grisú y hollín… No os
preocupéis por nada, Dios estaba en la mina…
Si
ahora os viera… ¡Qué envidia de hermanos en la luz! Estáis arriba en praderas
inmensas con un amor que no existe en la tierra… El color negro por el blanco y
el verde, así os quiero pensar, porque mi Dios, vuestro Padre, os ha recogido
en sus moradas… Son “apartamentos” con vistas al mar del universo. Él da gratis
la paz y el sosiego del alma, porque ¿sabéis? Él salió de la mina junto con
vosotros para daros el mejor descanso merecido y limpiaros la cara con su mano.
¡Chicos lo habéis conseguido!!! Él estaba en
la mina…
Emma Díez Lobo
Estaba en la mina, como tantas veces, como siempre está pegado al dolor humano.
ResponderEliminarQue bella entrada, me ha emocionado.