miércoles, 27 de noviembre de 2013

Mamá te echo de menos

 
 Cuántas veces la tristeza me acosa y me derrumba ¿Dónde estás mamá? Yo no estaba en tu Juicio de Dios, mamá querida, no pude defenderte, no te cogí la mano para que no estuvieras sola.
Mamá de mi alma ¿Dónde estás?, ¿dónde te han llevado? Que alguien me responda. No oigo ninguna voz, Jesús ¿Por qué me haces esto?  Dime algo… ¿Hay tantos en el cielo y nadie me dice nada? Necesito saber dónde estás…
¿Eres feliz? ¿Sufres? Mamaíta de mi alma, diles si ves a alguien  por allí que sin ti yo estoy desvalida, diles que te necesito, que quiero tener tus manos entre las mías, que deseo verte… Cada día se me hace más difícil ¡Ya está bien de ausencia mamá, ya está bien!!!
Diles que te quiero con el alma y quiero abrazarte una vez más, sólo una vez más... Mamá querida, no te veo y te añoro tanto… Te he soñado y tenías una gran pena: Querías estar con nosotras en el mundo y me estrujabas entre tus brazos llorando nuestra ausencia… Junto a ti, papá, con una tristeza inmensa miraba al suelo. No eráis felices mamá ¿Por qué?, ¿qué pasa?
¿No está Dios con vosotros? me partes el alma… Fue tan real tu contacto que no dejé de llorar en varios días… A veces quisiera morir para verte, a veces no tengo consuelo de ningún Evangelio, a veces añoro dormir en tus brazos y no despertar jamás…  ¡Te quiero tanto mamá, tanto!  Y qué vaga es la fe cuando pierdes ese amor.
¡Por qué me diste esa madre, Dios! ¿Para qué amarla de esa manera? Prométeme que algún día si soy digna de ti, la vea con mis ojos, sienta el calor de sus manos y charlemos “mil horas” como cuando estaba aquí. Sé que Tú eres Amor porque ella me lo dio; sé que aunque no lo comprenda, en Ti está ella… La quiero Dios, la quiero con mi vida.
Espérame mamá, intercede por mí cuando me toque marchar para sentir ese amor del que Jesús nos habló y amaros hasta el infinito “y mucho más”, a tu lado, con papá, con todos los que me amasteis como Él lo hizo.  
Yo no era de la “familia” de Dios y sin embargo me quiso hasta el extremo. Mamá escucha, Él te quiere tanto y más que yo… No llores en los sueños por mí, pues yo no sé cómo hacer para traerte de nuevo a la tierra y consolarte… Sólo puedo rezar ¡Qué triste mamá, qué triste! 
Tu sufrimiento me aterra, los Evangelios hablan de cómo ganar el cielo pero no de los que se van. Dios danos ese consuelo que el humano necesita, es el único amor palpable y grande que conoce en vida desde su nacimiento.
Ella nació en Tetuán -Protectorado español-, era singular, inteligente, abnegada, sufriente, culta, poeta, enfermera, hablaba bajito, escribía, pintaba, amaba, “chal-laba” con sentido de humor y optimismo - acento del sur-, rubia y bella de ojos verde claro y piel tostada por la brisa del Atlántico. Tejía y cosía sin cesar, me cantaba, me hacía juguetes y ropita a mis muñecos, me contaba cuentos para dormir. Me enseñó a rezar y me hizo el traje de Comunión. Me dio cinco hermanas (una de ellas a punto de morir en su nacimiento por su perpetua enfermedad); acogía pobres y les daba de comer, cuidó soldados en la guerra, estuvo con leprosos, hablaba francés, árabe… Fue mujer de un piloto del Ejército, mi padre y, tantas veces preocupada -guerra de Ifni, terremoto de Agadir, ETA…-
No hubo un sacerdote en su muerte, no le absolvieron… Dios te he dado muchos datos ¿Sabes dónde está?, ¿en qué morada?
Dime si a mí me darás la misma…  
 Emma Diez Lobo              
 

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