lunes, 27 de abril de 2015

La capacidad de…


                                             
No sé cómo hablarte del odio pero sé que es un sentimiento de rechazo absoluto. No es fácil que desaparezca cuando nos han causado un daño infranqueable.  

Pero has de saber que para algo está Dios cuando uno sólo no puede… Es cierto que el odio es un rasgo del maligno y que acecha con más frecuencia de la deseada, pero piensa esto: Dios no está solo en ti sino también en la esencia del otro. 

¡Cuántas veces sucumbimos a la manipulación del maligno!, (pegado a nosotros en nuestra libertad), creando el mal por doquier para ahuyentarnos de Dios. Lo importante es saberlo y darnos cuenta de su maldito juego:

Si tu odias, estarás “odiando” el amor que es Dios…
Si tu “amas” estarás amando el amor, a Dios…  

-“Lo que hagáis con el prójimo, me lo estáis haciendo a mí”. 

No dudemos de que las personas de fe son un reto a conseguir y, por tanto atacados ferozmente para crear cadenas de almas especiales en su nuevo botín… Pero en nosotros está romper ese eslabón de amargura y de rechazo también a Dios; no podemos dejarnos esclavizar por el monstruo. 

Un católico tiene grandes armas para combatir ese sentimiento que jamás tuvo Jesús: Tenemos la Eucaristía, donde el trigo ácimo se convierte en el Corazón vivo y latente de Jesús, para que Dios haga en ti lo que tú no puedes hacer sólo.
Ser Cristiano es una lucha difícil y constante pero en una empresa maravillosa; nos hace saber cuando el mal se instala en nosotros, pero nunca nos deja solos ante el combate: “Siempre estaré con vosotros”, lo dijo antes de morir.  

Pide fuerza para perdonar y Él te perdonará. Comulga mientras más veces mejor, que jamás se aparte de tu lado y que en tu nombre (tiene hasta tus pelos contados) borre de ti ese sentimiento. 

“Pedid y se os dará”, no lo olvides.  

Tampoco olvides que murió por tus pecados y sin odio; haz algo por ti aunque sea por lo mucho que te quiso: “Hasta el extremo”.  Te creó para llevarte con Él, ponte en sus manos, rejuvenece tu espíritu y no sucumbas al odio. No sabes cuánto te queda…  

Yo tampoco y por eso quiero estar con Él desde YA. Hazlo tú también y seremos parte de esa otra cadena de perdón y fraternidad hacia Él. 

Todo saldrá bien, al estilo de Dios, lo verás.
Un abrazo,  


 Emma Díez Lobo

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