martes, 24 de noviembre de 2015

Neuronas obtusas



Tengo cinco dedos en cada mano para trabajar, escribir, acariciar… Dos ojos (ver en relieve); dos oídos (por si falla uno); una máquina perfecta que metaboliza; millones de neuronas para pensar; una conciencia; unos óvulos para la procreación; un corazón que puede latir doscientos años… ¿Qué perfección, verdad?, qué grandes “casualidades” ¿no?

A nosotros los lógicos creyentes, sabemos por la razón que hay mano del Sumo Creador. Pero ¿Y vosotros que ponéis la medalla a la suerte?

Decís que sois ateos, científicos, inteligentes, ¿de dónde la inteligencia?

Encorsetados en neuronas sin sentido común, vuestras respuestas son absurdas.  

Dicen que “Los científicos no persiguen la verdad, sino que ésta les persigue a ellos”; es cierto, al final de sus reflexiones siempre está Dios… ¡Cuánto tiempo perdido y noches sin dormir!

Unamuno decía que “La ciencia enseña por encima de todo, a ser un ignorante”. Y yo digo que aquél que no razona, no puede dar explicación a su vida y la vida no tiene misterio; eso viene después...

Somos la CAUSA y no la CASUALIDAD; somos de Dios y no del “liquen casual evolucionado”, ni de “la especial partícula estelar caída en este planeta”; todavía hay líquenes y que yo sepa, no andan a medias; caen partículas todos los días y que yo sepa, nos pareceremos a Marte antes de que evolucionen en un complejísimo ADN de un simple y perfecto virus.  

Mirad el cromosoma humano, específico en cada individuo desde su creación.  Naturaleza elegida por el Creador de los líquenes, partículas y el universo.

Evolución ¡Sí!, Pero intrínsecamente no cambia nada. Cada ente, cuerpo o elemento, es lo que es. (Del “diente de sable”, no vino mi gato, sino el tigre actual).


El conocimiento es la base para empezar o acabar en Dios.             

 Emma Díez Lobo 

No hay comentarios:

Publicar un comentario