lunes, 1 de agosto de 2016

Poeta José


Poesía –del griego poiesis–, está en la génesis del cosmos, cuando «creó Dios los cielos y la tierra…» (En arke epoiesen o Zeos…) (Gn. 1,1-2 en los 70). La creación de la nada es poesía en el sentido matriz del término que significa la obra que materializa una iluminación y la comparte. No es solo un soplo de las musas, –en José fue un ángel–, sino la obra acorde y subsiguiente de un hombre, que hace entendible la luz.

José fue un hombre de pura acción iluminada en la palabra íntima del sueño, y hecha realidad. Le dijo el ángel que no temiera, y no temió, que acogiera, y acogió, que huyera a Egipto, y esa misma noche, emigró. Se lo mandaron y volvió, ya con el Niño casi criado. Nadie preguntó nada, ni se extrañó de nada. José no era tan viejo cuando volvió a Nazaret, que no pudiese ser tenido por el padre físico de Jesús. Así lo entendieron todos los paisanos entre los que vivió luego, con su secreto dentro, porque no le ordenaron proclamar la Noticia, sino ser Evangelio en su corazón, exacto al de María en eso. La mayor fuente de inspiración en la historia poética, artística, o conductual de la raza humana, ha sido la Palabra que él recibió en sueños. Cualquiera que no fuera un poeta hubiese pensado al despertar que aquello era un mal sueño. Un ángel del Señor no podía decir algo tan contrario a la convicción diaria de la realidad propia y cultural de un pueblo.

Ni alguien que no tuviese un alma limpia, con un discernimiento como José, hubiera realizado tan inmediatamente el extraño mandato. Pero José no se tomó ni siquiera un día para pensarlo. Se levantó y recibió a su esposa;, en su casa, con el Niño en el vientre. Pura poesía;, aquella obra que materializó una iluminación. También Jesús calificó toda su obra como glorificación del Padre, porque «he cumplido las obras que me diste para realizar» –ina poieso– (Jn 17,4). Su poesía era su forma de comprometerse con un trabajo encargado. Y eso lo aprendió como hombre de su padre en la tierra, el carpintero José. Mil veces oiría en sus labios, cuando un cliente venía a recoger su encargo, aquí tiene acabado el trabajo encargado;

Una nota esencial del carácter Cristiano de José, es la rapidez de reflejos y la confianza total que tiene en el Padre, y en su forma nueva de realizar su obra. No necesitó ser probado en su fe, como otros patriarcas, porque así es la familia de Jesús, su madre y sus hermanos, personas que escuchan la Palabra de Dios y la hacen realidad. (Mt 12, 50; Mc 3,35; Lc 8,21;). No hay amor sin; poesía, ni poeta sin amor, en el sentido original del término poiesis.

La carta de Santiago, el hermano del Señor, transcribe ese ambiente de poesía; que traduce la fe en obras y las obras en la mejor prueba de la fe. Esa enseñanza básica, retrata a su familia de carne y hueso. Supone un ambiente de crianza y educación primaria, fresca, con las notas esenciales de carácter que imprime la familia y en especial del padre al niño que lo mira y se empapa de su ser. Santiago, debió vivir en el ámbito educativo de San José. Hacer realidad de obras la fe, era para ellos esencia de la fe. …«Y yo con mis obras te mostraré mi fe» (St. 2,18) En eso fue gigante José. Sabía también cantar como David, que apaciguaba con dulzura a Saúl ¡Como serían las nanas de José al Rey del Universo tan cercano! ¿No crearía las letras y músicas más simples y hondas de la humanidad?

La alegría poética de José, la expresó María en el canto que nos proclama Lucas, como resumen de la historia de Israel: «…se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador… Porque ha hecho (epoiesen) obras grandes el Poderoso a través de mí» (Lc 1,47 s.). José de Nazaret, asombrado en la luz de su sueño, quedó receptivo para la mayor aventura de la raza humana, la plenitud del arte que «habitó entre nosotros».

Manuel Requena


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