viernes, 20 de noviembre de 2020

La ofrenda más valiosa es dar la vida (IV)

 

Llegamos hoy al séptimo y último de los tópicos sociales imperantes, que considero necesario revisar de forma crítica para afrontar, en diálogo con vosotros, un modelo de atención humana y espiritual, especialmente para nuestros mayores y enfermos.

LA JUVENILIZACIÓN SOCIAL Los medios de comunicación nos han logrado convencer que es lo único bueno y valioso. Y no es verdad. Todos hemos sido jóvenes y sabemos de los sueños, de las ilusiones, expectativas y proyectos que se tienen en esa época. También de las inquietudes, preocupaciones, penalidades, luchas que hay que librar para abrirse camino. Todas las etapas de la vida tienen su cara y su cruz. Todo depende de cómo se sepa uno situar en ella.

Es necesario, por tanto, abrazar la etapa que te toca vivir. Aceptar quién eres y gozar de ello. Encontrar lo que hay de bueno, de verdadero y de hermoso en tu vida tal como es ahora. Cuando uno añora el deseo de volver a ser joven, en definitiva, es porque su vida sigue estando insatisfecha, no se ha sentido realizada, no han encontrado sentido. Porque si uno ha encontrado sentido a su vida, no quiere volver atrás. Desea seguir creciendo, madurando, ver más y con mayor profundidad. Por otra parte, si luchas contra el envejecimiento, vas a ser siempre infeliz porque te va a llegar en todo caso (Mitch Albom, “martes con mi viejo profesor”, Ed. Maeva, Madrid 2000).

A la luz de todo esto, me gustaría expresarte, aun a riesgo de equivocarme, cuáles son las convicciones de las que parto a la hora de diseñar un proyecto coherente y realista para las «personas mayores, jubiladas o enfermas» en nuestra Diócesis:

1.   Necesidad de afrontar de cara y sin eufemismos la última etapa de su vida que no significa renunciar a seguir siendo y sentirse verdaderamente hombres y mujeres creyentes. No circunscribir tampoco la jubilación al puro ámbito laboral o profesional (quehacer).

2.   Importancia de que haya hombres y mujeres ancianos en todas nuestras comunidades cristianas que sean signo creíble, referencia, testigos silenciosos de los grandes valores que conforman la vida: gratuidad, fidelidad, disponibilidad, fraternidad, servicio (oblación total), etc.

La semana que viene te ofreceré mi tercera convicción.

+ Ángel Pérez Pueyo,

Obispo de Barbastro-Monzón

 

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