Si el grano de trigo muere, da fruto. Pero si no muere a la larga, su existir pasa desapercibido; la soledad que escogió al marginar a Dios, le pesa como una losa; es como si cargara con la muerte que lleva sobre sus espaldas, Sin embargo, el grano que aceptó ser arrojado a tierra al rechazar ser arropado por el mundo se ve acogido por la Ternura de las manos de Dios.
Apenas cuatro personas estuvieron en
el Calvario, cuando Jesús fue condenado por él Sanedrín y arrojado como escoria
hacia el Calvario. Sin embargo, a pesar de tan espantosa soledad, el Mal con
todo su poder, no consiguió evitar que el Despreciado por antonomasia hablase
una y otra vez con su Padre dando así constancia de lo que había proclamado a
sus Discípulos durante la Última Cena: "Yo estoy con el Padre y el Padre
está en mi" (Jn 14,11).
Los Discípulos de Jesús no nos morimos solos, porque, unos más y otros
menos, todos tenemos la experiencia de haber vivido "con y junto al Señor
Jesús a causa de su Evangelio acogido y por supuesto, de los Sacramentos.
Todos llevamos en nuestras entrañas la confesión de fe de San Pablo: "Ya
no soy yo quien vive, es Jesús el que vive en mi "Vivir acompañados por él
Señor, no es una fórmula mágica: es el cumplimento de promesas hechas por
Jesús, como, por ejemplo: "Dentro de poco el mundo no me verá, pero
vosotros si me veréis. Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre, y
vosotros en mí y yo en vosotros"(Jn 14,19-20).
A este respecto, llevemos a nuestro corazón la promesa hecha por
Jesús, una vez resucitado, de su permanente Presencia con sus Discípulos a lo
largo de la misión que nos confío: " Yo estoy con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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