Señor, acaricia tú mi corazón
Que estampe su firma en nuestro corazón, no depende de sentimentalismos, ni
de propósitos; ni siquiera de compromisos. Todo esto son veletas a merced del
viento. Jesús estampa su firma en nuestro corazón, solo si se lo dejamos hacer,
y eso implica nuestra perseverancia día a día.
La fe que agrada a Dios es que le dejemos las manos libres para que cada
día, estampe en nuestro corazón un trazo, un pasaje de su Evangelio... Y es
que, Jesús mismo, se identifica espiritualmente con su Evangelio (Mc 8, 35).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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