Vimos a Jesús en su combate entre su Espíritu que le impulsaba a ser fiel
al Padre, a la Misión que le había confiado, y la carne que, como bien sabemos,
rechaza instintivamente el sufrimiento. En pleno forcejeo, oímos a Jesús decir
al Padre: ¡Pero, si he llegado a esa a esta hora para esto! Con su respuesta,
está dando valor a lo que proclamó anteriormente: "Si el grano de trigo
cae en tierra y muere, da mucho fruto". Jesús es el grano de trigo que,
con su entrega incondicional a su Misión, crea la Fidelidad en nuestra relación
con Dios. Ya no es una relación siervo-amo sino la de hijo-Padre. Fidelidad,
como don Divino, que de una forma maravillosa nos profetiza el Salmista al decirnos:
"La fidelidad brota de la tierra, la justicia mira desde el Cielo” (Sl
84,12).
Jesús enterrado en la tierra es el creador de la Fidelidad Gloriosa del
hombre con Dios, al tiempo que hace florecer la justicia es decir ...el "ajustamiento
glorioso" entre el hombre y Dios, que jamás apartó su mirada de él cuando
se iba entretejiendo - con mil pruebas- en lo profundo de la tierra. (Sl 139,15).
A lo largo de nuestra " nueva
creación", a veces creemos que estamos solos, pero no es así. Aún
en lo más profundo de la tierra, es como si Dios solo tuviese ojos para
ti, alegrándose como Padre, de tu crecimiento, como Discípulo de su Hijo (Jn
15,8).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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