Es cierto, no lo hago y
mi alma desespera viendo al mundo padecer de ignorancia, de libertinaje, de
injusticia a Dios… No soy ursulina, ni fanática, ni piadosísima, ni voy a misa
todos los días. Nada que me encuadre en santa persona.
Soy crítica, lo
manifiesto, digo la verdad, aviso, me da igual meter “miedo real”, ataco la
falta de interés y ensalzo a mi Dios que también es el tuyo.
A veces creo que alguien
me incita; otras, pienso que si no se enteran de lo que tienen que saber, la
culpa es mía… ¡Como si yo fuera alguien!!!
¡Por Dios! No soy
nadie. Soy como todo el mundo y sin embargo me duelen hasta las almas del
purgatorio ¡Que ni las conozco! Y lo más seguro es que yo acabe en el mismo
lugar que ellas (ojalá no fuera así), pero lo sé, no soy genial.
A muchas personas que escriben,
les pasará lo mismo con el mundo, pero veo que tienen tacto, hablan del bien,
de la salvación; son como suaves y amorosas, redactando textos sublimes… Todo
como muy celestial.
¡Pobre de mí! (como la
canción en San Fermín). ¿Tendré solución? Menos mal que la misericordia es
infinita si no, estaba arreglada.
Bueno amigos, he
escrito sobre mi modo de decir porque hay muchos textos míos y gente que no me
conoce y si en algo se han sentido aludidos, recapacitad como yo, no es por
fastidiar. Sólo deseo que a Dios se le escuche y que no nos vayamos por caminos sin vuelta hacia las
“estrellas”.
Hay que orar por ello
¡Seamos buenos!
Emma Díez Lobo
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