miércoles, 4 de noviembre de 2015

Confesión y Dolor




Que noooooooo, que no nos confundamos, que una cosa es confesar y cumplir una penitencia “sencillita” y otra diferente y sumada, es padecer por el daño infringido.  

¡Que no te preocupes jolín! Que con la confesión tenemos el cielo abierto, pero ¡amigo de mis amores! Nos queda… La condena (qué palabra más fuerte) del dolor a pagar después de una declaración de culpabilidad.

Vamos a ver si nos entendemos: Es lo mismo que en los Tribunales de lo Penal, no se libran de la pena aunque confiesen ¿vale?, sólo que aquí lo cumplimos en el alma.

No tenemos cadena perpetua ni pena de muerte, pero seamos justos, por algún lado, hemos de sufrir el grave daño causado aunque estemos perdonados.

Tu conciencia de arrepentimiento te lo impone, no Dios y, como no somos perversos pues es lo que toca…  

El “tema” ya lo padecimos con Jesús, cuando dijo: “Perdónales porque no saben lo que hacen”, (y si lo sabemos, peor). Aquél día, muchos lloraron y siguieron llorando hasta nuestros días, a eso me refiero.  
   
“Los posos” del daño no tienen que ver con la misericordia; ésta la otorga el sacerdote en nombre de Dios, pero confesar y bailar la conga, pues como que uno no tiene ganas. Un poco de seriedad señores, con este dolor en el alma (no de pecado), la próxima vez, lo pensaremos dos veces. 


En el fondo, “la condena” ¡Es una lección de vida!!! 

 Emma Díez Lobo

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