Esta
mañana en la Iglesia preguntaba a Dios:
-Oye
dime ¿Por qué me dura tanto el sufrimiento?, ¿no es hora de estar bien ya?
¿Sabéis
que me contesto?, no es una idea mía, fue por boca de Dios delante del micro en
la 1ª lectura y Evangelio. Escuché:
- “Te hablo a ti que estás un poco sorda
y ciega ¡hija! Todo sufrimiento de la persona a quien Dios llama, es un
sacrificio por sus pecados (y los tuyos son finos). Te irás llorando -pues no
te vas a ir de “rositas”- pero volverás
alegre. Tu fe te hará ver cuánto digo.
No me olvides en este trance (estoy
súper acostumbrado) quiero acompañarte. Cuando sientas que has compensado el daño
infringido, serás libre de carga. Confía en Mí.
Y no seré Yo quien te imponga la
paz merecida, sino tu propio dolor subsanado”. Así que ten paciencia y háblame
cuando quieras, estaré a tu lado.
Me
quedé más tranquila (aunque hecha unas “pascuas”)… Cogí ramitas silvestres para
recordar sus Palabras, y la paciencia me inundó por completo. Sólo supe darle
gracias.
¡Hala!,
a sufrir un “pionco” o mucho y con mi Dios, la vista, el oído algo mejor, el Ibuprofeno
y la paciencia regalada, me vine a casa a escribir ¡No nos deja solos en nada!
Besos
al Libro Sagrado de Dios. ¡Pero no tardes mucho en sacarme de ésta!
¿Vale?
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