He
observado algo que sucede a los que escribimos (como nos encanta…). Es el no darnos
cuenta de que los “textos”, (que no son novelas escogidas ni nada que se busque
por interés), a veces se hacen eternos… NO se leen en su totalidad o se saltan
líneas para llegar al final (si es que se llega).
¡Es
verdad!, a mí me pasa lo mismo como lectora. El siglo XXI tiene la culpa, nos ha
cambiado todo, incluso la vista… Y al que escribe, en cambio, el tiempo se hace
lento y fiel compañero hasta que miras el reloj ¡Susto!
¡Hay
que arreglar esta discordancia entre el lector y el escritor! Seamos claros,
concisos y nada de “rollos geniales” porque acabaremos sin leer una sola
palabra, mientras los de la pluma nos desgañitamos poniendo el alma.
Menos
alma, más “miga clara” y menos palabras para decir lo mismo. Lo digo por mí y
porque me pasa a mí, lo digo por ti y porque no somos monjes ni monjas de
clausura (días de mil horas).
Van
175 palabras y espero no llegar a 250 para decirte que vivas la vida sí, pero
de la mano de Aquel a quien importas más que a nadie. Él te conduce, te calma y
te hará sonreír. Aprovecha tus años para descubrir la Verdad de tu Ser siempre Amado
e Infinito.
247
palabras… ¡Ufff, qué sudores! Pero quería decirte: ¡Cuenta con Él!
Qué
Dios te bendiga
Emma Díez Lobo
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