Por tanto, nosotros también, teniendo en
derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del
pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por
delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por
el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se
sentó a la diestra del trono de Dios.”
Hb 12, 1-2
Hb 12, 1-2
Tu me miras todo el tiempo.
Yo te miro, sólo a veces.
Tus palabras simplemente necesitan que mi vida deje el mundo
y mis ojos te miren.
Y entonces, se desbordan en cascada en los huecos de mi alma
, que te aguarda.
Levanto mis ojos a ti, buscando otro encuentro en el mundo.
Dormido todo lo que me ata al suelo, siento tu aliento
ocupando mi ser.
Y, tras el encuentro, yo a mis quehaceres, y Tú, mirándome.
Siempre mirándome….
Así me aguardas Tú para que, si el mundo me cansa, yo solamente, gire mis ojos y abrace
otro encuentro, donde ya no hay nada más que Eternidad.
¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada?
Salmo 138
Olga Alonso Pelegrin
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