Oraciones del papa
Francisco Año de la Vida Consagrada Clausura - 2 de febrero de 2016
Haz que vivamos el Evangelio
del encuentro: ayúdanos a humanizar la tierra y a crear fraternidad, llevando
las fatigas de quien está cansado y no busca más, la alegría de quien espera,
de quien busca, de quien custodia signos de esperanza. Espíritu Santo, Fuego
que ardes, ilumina nuestro camino en la Iglesia y en el mundo. Danos el coraje
del anuncio del Evangelio y la alegría del servicio en la cotidianidad de los
días. Abre nuestro espíritu a la contemplación de la belleza. Custodia en
nosotros la gratitud y la admiración por la creación, haz que reconozcamos las
maravillas que tú realizas en todo viviente. María, Madre del Verbo, vela sobre
nuestra vida de hombres y mujeres consagrados, para que la alegría que
recibimos de la Palabra llene nuestra existencia, y tu invitación a hacer lo
que el Maestro dice (cf. Jn 2, 5) nos encuentre activos intérpretes en el
anuncio del Reino. Amén
La Iglesia en oración por la
vida consagrada
¡Ven, Espíritu Creador, con
tu multiforme gracia ilumina, vivifica y santifica a tu Iglesia! Unida en
alabanza te da gracias por el don de la Vida Consagrada, otorgado y confirmado
en la novedad de los carismas a lo largo de los siglos. Guiados por tu luz y
arraigados en el bautismo, hombres y mujeres, atentos a tus signos en la
historia, han enriquecido la Iglesia, viviendo el Evangelio mediante el
seguimiento de Cristo casto y pobre, obediente, orante y misionero. ¡Ven
Espíritu Santo, amor eterno del Padre y del Hijo! Te pedimos que renueves la
fidelidad de los consagrados. Vivan la primacía de Dios en las vicisitudes
humanas, la comunión y el servicio entre las gentes, la santidad en el espíritu
de las bienaventuranzas. ¡Ven, Espíritu Paráclito, fortaleza y consolación de
tu pueblo! Infunde en ellos la bienaventuranza de los pobres para que caminen
por la vía del Reino. Dales un corazón capaz de consolar para secar las
lágrimas de los últimos. Enséñales la fuerza de la mansedumbre para que
resplandezca en ellos el Señorío de Cristo. Enciende en ellos la profecía
evangélica para abrir sendas de solidaridad y saciar la sed de justicia.
Derrama en sus corazones tu misericordia para que sean ministros de perdón y de
ternura. Revístelos de tu paz para que puedan narrar, en las encrucijadas del
mundo, la bienaventuranza de los hijos de Dios.
Fortalece sus corazones en
las adversidades y en las tribulaciones,
se alegren en la esperanza del Reino futuro. Asocia a la victoria del Cordero a
los que por Cristo y por el Evangelio están marcados con el sello del martirio.
Que la Iglesia, en estos hijos e hijas suyos, pueda reconocer la pureza del
Evangelio y el gozo del anuncio que salva. Que María, Virgen hecha Iglesia, la
primera discípula y misionera nos acompañe en este camino. Amén.
Oración de los consagrados y
consagradas
Dios de Abrahán, de Isaac y
de Jacob, Padre de nuestro Señor Jesucristo y Padre nuestro, acoge la oración
que te presentamos. Mira con bondad nuestros deseos y ayúdanos a vivir con
pasión el don de la vocación. Tú, Padre, que en tu proyecto gratuito de amor
nos llamas, en la estabilidad o en la itinerancia, a buscar tu rostro en el
Espíritu, haz que seamos memoria tuya: sea fuente de vida en la soledad y en la
fraternidad, y podamos ser, en nuestro tiempo, reflejo de tu amor. Cristo, Hijo
de Dios vivo, que caminabas por nuestras calles casto, pobre y obediente,
compañero nuestro en el silencio y en la escucha, mantén en nosotros la pertenencia
filial como fuente de amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario