María, una vida consagrada al Amor, madre de la esperanza
María es madre y modelo para el cristiano. Ella ha
recorrido antes que nosotros el camino de Jesús, ya ha llegado a la meta y
comparte la gloria de Jesús, que es nuestra meta. Ahora intercede por nosotros
y alienta nuestra esperanza de llegar a nuestro destino.
Una vida consagrada
al amor, llega a Dios que es Amor. Si
Dios es Amor, el amor es el único camino que nos acerca a él. Toda la vida de Jesús,
desde la encarnación hasta su resurrección, estuvo determinada por el amor. Por
amor se encarnó y solidarizó con nosotros, haciéndose nuestro hermano y
representante. Por amor ejerció fielmente su misión de anunciar la proximidad del Reino de Dios, afrontando las
dificultades y aceptando la muerte. Por amor el Padre lo aceptó y lo convirtió
en primogénito de entre los muertos, nuevo Adán que comenzaba una nueva estirpe
de resucitados (segunda lectura).
Este es el camino
que tiene que seguir la humanidad para compartir la resurrección de Jesús y que
María anduvo de una manera especial. Por ello ya comparte la resurrección. San
Pablo dice en la segunda lectura que hay un orden para resucitar y que el
primero fue Cristo, después todos los cristianos. La Iglesia, guiada por el
Espíritu Santo, nos enseña que María tiene un lugar especial en este orden y
que ya comparte esta gloria desde su asunción a los cielos, todo ello porque
también fue la persona que más amó a Dios después de Jesús.
El Evangelio recuerda
cómo María lo realizó: con una vida consagrada a la alabanza divina y al
servicio. Su primera acción después de la anunciación fue ir a ayudar a Isabel,
embarazada. La liturgia contempla su
“ponerse en camino a prisa” en el horizonte de toda su vida, una vida
consagrada al servicio por amor, en contexto de fe y oración. Isabel la alaba
por su fe, pues creyó en las palabras del ángel y María responde alabando a
Dios, que enaltece a los humildes.
Por ello es modelo
de todos. La primera lectura presenta una mujer misteriosa, que representa la
Iglesia del Antiguo y Nuevo Testamento, llamada a dar a luz al Mesías y con él
la salvación para la humanidad. En el AT preparó la venida, en el NT la
realizó, primero físicamente por medio de María, después por medio de su acción
misionera. Siempre es perseguida pero Dios la protege.
En la Eucaristía la
Iglesia realiza de forma especial su tarea de dar a luz a Jesús en nuestro
tiempo para salvación de todos los hombres, alimentándonos para que, unidos a
él, actualicemos su vida consagrada al amor y así podamos también compartir su
resurrección. En ella recordamos a María y a toda la Iglesia triunfante,
pidiendo su intercesión.
Dr.
Antonio Rodríguez Carmona
No hay comentarios:
Publicar un comentario