ALEGRÍA POR EL TESORO
El
domingo pasado se nos invitaba a alegrarnos por el tesoro que hemos recibido.
Este domingo, en que la liturgia del tiempo ordinario es sustituida por la fiesta
de la transfiguración del Señor, se nos ofrece otra faceta de este tesoro,
Cristo resucitado, garantía de que resucitaremos con él. Nuestra vida tiene
sentido.
La
primera lectura, tomada de Daniel, recuerda una profecía en la que se anunciaba
que uno “como hijo del hombre”, un humano, que ahora sufre entre dificultades
por su fidelidad a Dios, será glorificado por Dios. Y se aclara que este humano
representa toda la humanidad. La profecía se ha cumplido en la resurrección de
Jesús, glorificado por el Padre, y que nos capacita a todos los hombres a
resucitar con él. En este contexto, la fiesta de hoy significa un adelanto de la resurrección.
La
segunda lectura recoge el testimonio de Pedro que afirma que fue testigo de la
transfiguración y en el evangelio se nos ofrecen rasgos de cómo fue esta
experiencia. Jesús en su transfiguración ofrece un adelanto a tres discípulos
de lo que será la meta del camino que ha emprendido y que pasa por la muerte:
resucitar para compartir la gloria de Dios. Es una meta que está de acuerdo con
la Ley y los Profetas, como testifica la presencia de Moisés y Elías,
representantes del AT. La visión entusiasmó a los tres testigos presentes,
hasta tal punto de que propusieron perpetuar la experiencia quedándose a vivir
allí. Fue una experiencia similar a la que tuvo Saulo en las puertas de Damasco
y lo convirtió en discípulo que lo deja todo para conseguir compartir plenamente
la resurrección de Jesús (Flp 3,7-11).
A continuación aparece el Padre en una nube densa,
que nos presenta a Jesús como mi Hijo
amado, y nos manda escuchadlo como medio para compartir su
resurrección. ¿Escuchar qué? Lo que nos ha narrado el evangelista
Mateo desde 16,21ss: anuncio de muerte y resurrección de Jesús, invitación a
negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir a Jesús, lo que equivale a vivir de
espaldas a lo culturalmente correcto; cuando venga Jesús en la gloria del Padre
como juez, nos juzgará con este criterio. Algunos de los presentes tendrán una experiencia
antes de morir de la gloria futura de Jesús. La tuvieron seis días después
Pedro, Santiago y Juan. Escuchar a Jesús es vivir como él. Esto es la moral
cristiana: hacer efectivo el derecho a resucitar con Jesús, actualizando su
camino en nuestra vida concreta.
La religión cristiana es la aceptación
apasionada de una persona, no como mero maestro de vida, que lo es, sino por la
salvación que ofrece en su misma persona.
El amor a Cristo y la unión con él son fundamentales. Cristiano es seguidor de
Cristo resucitado.
La
celebración de la Eucaristía debe ser una experiencia fuerte de Cristo
resucitado, al que aceptamos como centro de nuestra vida desde el bautismo y a
cuya entrega al Padre nos unimos en la actualización sacramental de su
sacrificio.
Dr. Antonio Rodríguez
Carmona
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